Entierro que despertó
En política bien dicen que nadie está muerto hasta que se le entierra y aún así cada año hay que ir al panteón a revisar que en efecto siga muerto.
La renuncia de Manlio Fabio Beltrones a la dirigencia nacional del PRI, no hay que equivocarse, primero sí fue una derrota personal e institucional. Luego, fue una victoria (aunque breve) para unos cuántos en el gabinete. Pero en efecto al cabo de esos tres días simbólicos de “pausa necesaria” habrá que esperar a que resucite.
En política bien dicen que nadie está muerto hasta que se le entierra y aún así cada año hay que ir al panteón a revisar que en efecto siga muerto.
La renuncia de Manlio Fabio Beltrones a la dirigencia nacional del PRI, no hay que equivocarse, primero sí fue una derrota personal e institucional. Luego, fue una victoria (aunque breve) para unos cuántos en el gabinete. Pero en efecto al cabo de esos tres días simbólicos de “pausa necesaria” habrá que esperar a que resucite.
Aunque tampoco necesariamente significa que regresará a salvar al México que sea cae a pedazos entre partidos, sindicatos, carteles, empresarios y jóvenes, sino que regresará un individuo producto del sistema, experto del sistema a hacer uso del sistema para tratar de cambiar las reglas del sistema y quebrarlo como quizás nadie más lo ha hecho en la historia reciente del país.
Bueno, ahora sí que “ni Obama lo ha intentado”.
El verdadero vengador del futuro podría no ser López Obrador, si no uno de lo verdaderos guardianes y artífices del sistema, uno de los actores más leales y a la vez víctimas del sistema político mexicano.
Y a lo que abre la puerta la retórica de la renuncia del sonorense, más que la renuncia per se, es a un clima democrático mucho más complejo y profundo de lo que se ha visto. De entrada, una partida independiente, luego a un forzoso destape de al menos uno de los dos aspirantes a la presidencia del gabinete legal.
La salida del dirigente priista bien podría marcar el inicio formal de las hostilidades preelectorales al interior del tricolor, pero, más allá de eso, le tuerce la mano al revolucionario institucional para encontrar a una figura que verdaderamente haga cimbrar desde las bases del partido hasta su cúpula todo el engranaje que no fue capaz de consolidarse el pasado 5 de junio.
Y si bien las lecturas políticas es que fueron culpas repartidas, el voto que verdaderamente ganó aquel domingo no fue el destinado al PAN o al PRD sino en contra de los aparatos partidistas.
Curioso resulta que con la salida de un entrañable amigo del ultimo líder carismático y popular del PRI -Luis Donaldo Colosio- se urja al regreso de tal simbolismo.
La pregunta está ¿en quién lo encontrarán?
¿Surgirá de la vieja escuela priista, será panista, perredista o independiente?
O ¿es que acaso el escenario está puesto para que de la hoguera política del país surja un símbolo que siempre estuvo presente pero que nadie notó?
¿Habrá sido el aparente entierro político de Beltrones lo que despertó a la próxima vieja-nueva generación de líderes nacionales?