Las esclavas de San Pedro

Es conocido en Monterrey, que uno de los Municipios que representa cierto nivel adquisitivo (por unos cuantos, no por todos, pero es el imaginario colectivo) es San Pedro Garza García. 

 

De ahí el mote de que ahí viven los “fresas”, “nice”, “gente bien”. 

Indira Kempis Indira Kempis Publicado el
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Es conocido en Monterrey, que uno de los Municipios que representa cierto nivel adquisitivo (por unos cuantos, no por todos, pero es el imaginario colectivo) es San Pedro Garza García. 

 

De ahí el mote de que ahí viven los “fresas”, “nice”, “gente bien”. 

 

Esta zona no está lejos de la realidad de cualquier otra en el país en donde el “viapiismo” (Very Important People -VIP-) es una expresión evidente de nuestra profunda desigualdad que termina en clasismo y racismo.

 

Ejemplos abundan. Tan sólo veamos lo que hemos construido. 

 

Unas ganas inmensas de estar en la primera fila, de desafiar con éxito al cadenero de los antros, de estar en ese grupo selecto que adquiere pronto los artículos de lujo o del deseo que se promocionan en las revistas, en las que también la mayoría quisiera aparecer anunciando su boda, el bautizo, el cumpleaños o mínimo que se asistió al evento más “in” de la temporada.

 

Nadie podría imaginar en sus 5 sentidos a un presidente, un jugador de futbol famoso, una empresaria, subiéndose a un automóvil sencillo. Es más, nadie podría imaginárselos sin ese automóvil. 

 

Hemos creado un país dividido en dos, que no sólo se reduce a los que tienen y a los que no, sino a los que merecen y a los jodidos. 

 

Eso, llevándolo al limite de lo increíble, genera perversiones que incluso a veces sin “querer” 

cualquiera de nosotros alimentamos.

 

Este tema es a propósito de las reflexiones de una amiga, Dinorah Cantú, quien encontró en redes sociales un grupo en donde se supone que señoras se recomiendan o no trabajadoras domésticas. 

 

El problema en sí mismo no es un grupo así, hasta cierto punto es válido tomar en cuenta las opiniones y observaciones respecto al trabajo de las personas.

 

Sin embargo, cruel -al menos para ella y para mí- fue leer comentarios denigrantes, burlescos e indignantes respecto a estas mujeres porque hay que reconocer que la mayoría de las empleadas domésticas son mujeres. 

 

Entonces, como explicaba, ya no es sólo la propia desigualdad la que habla, sino la actitud de “baja autoestima” con la que la enfrentamos. 

 

Expresiones sobre dejarlas encerradas, evitar que coman la comida “buena”, obligarlas pese a síntomas de enfermedad, son algunas de las aberraciones que pueden leerse en este grupo llamado 

“Ayuda Doméstica (MAID AID)”. 

 

Desconozco las realidades de otros lugares, pero al menos en San Pedro (de ahí el título de la columna) se ven deambular por las colonias de los que “tienen” -que no son necesariamente los ricos- mujeres de menor edad, morenas, que apenas saben hablar español y que, probablemente, no gozan de ningún derecho laboral.

 

Anuncios de “busco muchacha de quedada”, es decir, que no salga hasta su día de descanso. 

 

“Cuartos de servicio” de tamaño irrisorio en donde pocos se atreverían a si quiera dejar a sus perros. 

 

Un anuncio viejo de personas pidiendo que se registren en una base de datos municipal para “evitar” actos delictivos.

 

Ellas son las esclavas de San Pedro, cámbiele el territorio, ponga otro nombre, al final de cuentas México está repleto de los invisibles.

 

Como diría Eduardo Galeano, de las “nadie”: “Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. 

 

Que no son seres humanos, sino recursos humanos”… esclavos. 

 
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