Aquel 2 de mayo de 2011, en la noche más oscura, el día en que Osama Bin Laden recibió dos balazos en el pecho y uno en la cabeza por parte del equipo militar de operaciones especiales más impresionante del mundo, el Navy SEAL Team 6, creímos que todo pasaría.
Ni pasó, ni se olvidó, y más bien fue el sello de ignición para uno de los terrorismos más brutales de lo que venía siendo los últimos 10 años.
Tenemos que tener claro que ISIS, el Estado Islámico, aquel grupo (o Estado) que pone por enfrente la bandera de la ley Sharia y Dar-al harb, y no pretende causar terror, pretende convertir de mente a una sociedad polarizada y multicultural que se rehúsa a creer.
Por ello que los actores estatales y no estatales incurran en el último instrumento táctico de la seguridad, que es el miedo.
Cuando vimos caer al embajador ruso en la exposición fotográfica en Ankara, Turquía, a manos de un supuesto miembro del Estado Islámico, no vimos nada más que la sombra del último zar de Rusia, Vladimir Putin. Pero también vimos lo que es evidente, que en una época de supuesta alegría y regocijo, el terror está más presente que nunca.
Berlín simplemente fue el recuerdo de aquella noche en Francia en la que un camión atropelló a decenas de personas en una expresión de barbarismo teológico, y que nos hace recordar que Occidente sigue siendo la piedra en el zapato de todo lo que crucé el paralelo oeste.
Hoy mientras usted viaja, ya sea en la CDMX, Nueva York, París, Madrid y, más pronto que tarde, Asia, no podrá hacerlo sin la sospecha de que en cualquier momento escuchará dos cosas, primero, “Allahu akbar” (Dios es grande) y, segundo, un “boom”.
Y este es el resultado de nosotros mismos. De escribir esta columna desde un celular. De comunicarnos al otro lado del mundo desde un celular. De decir todo y nada en 140 caracteres, y sobre todo en que hemos dejado de creer.
Hoy prevenir estos ataques no está en manos de las agen cias de inteligencia, porque al final del día estas instancias están más descubiertas que encubiertas. Hoy el enemigo se esconde en plena vista. Hoy el adversario tiene amigos en común conmigo o con usted. Hoy podemos saber que los cerebros de los últimos ataques terroristas mostraron impulsos suicidas en sus últimos comentarios de Facebook con amigos y familiares. Simplemente no supimos leer lo que ya estaba escrito. Hoy el enemigo está entre nosotros y quizá hoy el enemigo esté compartiendo un snapchat conmigo o con usted.
Aquella esfera, y no precisamente de Navidad, sino más bien una especie de burbuja digital en la que todos somos todo, todos somos nada, decimos, maldecimos y actuamos de tal manera que nuestra nueva realidad, la realidad humana, se ha convertido en una realidad virtual. Y no es que sea como aquella película de Hollywood, The Matrix, pero si es una especie de realidad paralela, que lo mismo tiene de real que las operaciones humanas que con mayor contenido político, filosó-fico, económico y de terror emanan y se producen desde la web. Hoy todo está ahí, a plena vista, solamente hay que verlo.