¡Esto es en serio!
Entre viaje y viaje por países latinoamericanos, conociendo realidades, dificultades y sociedades distintas, me hago preguntas sobre la profundidad que han tomado los problemas públicos en este continente.
No es sorpresa que muchos que hemos tenido experiencia en la búsqueda de soluciones, coincidamos en la importancia de la innovación y la creatividad para la transformación de nuestros países.
No obstante a veces, en la soledad de estos cuartos de hotel, me da la impresión que no estamos avanzando como lo narramos en el discurso.
Indira KempisEntre viaje y viaje por países latinoamericanos, conociendo realidades, dificultades y sociedades distintas, me hago preguntas sobre la profundidad que han tomado los problemas públicos en este continente.
No es sorpresa que muchos que hemos tenido experiencia en la búsqueda de soluciones, coincidamos en la importancia de la innovación y la creatividad para la transformación de nuestros países.
No obstante a veces, en la soledad de estos cuartos de hotel, me da la impresión que no estamos avanzando como lo narramos en el discurso.
Con “palmaditas en la espalda”, “estrechamiento de manos”, “intercambio de tarjetas”, “los mil congresos sobre algo…”, que a la mayoría no le importa, más un largo etcétera, agota la paciencia de quienes estamos haciendo el intento de una resilencia colectiva que realmente llegue a la raíz para arrancar lo que se necesita destruir y, al mismo tiempo, se gesten las condiciones necesarias para renovadas estrategias sobre lo que es público.
En la mañana del jueves, en uno de los muchos eventos que se hacen sobre el tema de las ciudades latinoamericanas, conversaba con mis colegas sobre la demanda imperante por comenzar a transparentar los procesos gubernamentales, incluir a la ciudadanía en esos, como en otros procesos, combatir la corrupción que ha existido –como “tradición”- de cada proyecto urbano y tener herramientas legales y sociales para la justicia, la equidad y la igualdad social.
De lo contrario, nos pasaremos conversando sobre lo maravillosos, bonitos e inteligentes, que son tales sin que en realidad existan cambios trascendentales.
Obviamente, el silencio absoluto se hizo en la mesa.
Después de este episodio de reflexión incómoda, fui a visitar a mi querido amigo Antanas Mockus. Curiosamente me cuenta una anécdota que es la razón del título de la columna.
Él conoce a una pareja que cuando decidió estar junta, ambos habían hecho una promesa debido a sus caracteres personales distintos: él, extrovertido; ella, introvertida. La frase acordada fue: “¡esto es en serio!”.
Un día ambos tienen un accidente.
Ella recibe la noticia de que él ha quedado en estado vegetativo después de un coma.
Ella, en un momento de desesperación, le grita su promesa: “¡esto es en serio!”.
Para la sorpresa de todos, él despierta, reacciona y vive otros 15 años más.
En realidad, Antanas no está hablando de nada que no sea el valor de la vida.
Sin embargo, lo traslado a esta necesidad imperante de vivir en sociedades “vegetativas” que parece que una necesita pegarse en la frente una frase similar, para que se entienda que no se está jugando a la hora de puntualizar que para contar con una visión de ciudades y de país inteligente, hay que hacer algo más que propuestas sobre la calidad de vida digna que buscamos.
No se puede quedar así…
En gobiernos que hacen como que escuchan a sus ciudadanos, pero en realidad no los toman en cuenta.
En ciudadanos de la queja eterna y doble, triple y hasta cuádruple, sin tomar las riendas de su propio comportamiento y la cooperación constante con sus gobiernos.
En un mundo privado que cuando le conviene nos receta la píldora de ser “buenos ciudadanos” y cuando no, siguen tras su propia ventaja.
Así, ¿cómo vamos a ser resilentes si no hay incentivos para resolver los problemas de fondo?
Yo también quisiera que dentro de los pactos que están de moda, simuláramos a esta pareja y nos hiciéramos entre todos entender de una vez por todas que lejos de una moda, un eco de voces en redes sociales virtuales o una decisión de voluntad política, ¡esto es en serio!…