Voces que se pretenden alzar contra la opresión y la injusticia y que en su nombre oprimen y practican la injusticia. Falsos héroes que se entienden a sí mismos como especiales o ilustrados, y por ello predestinados a ser tratados diferente. En fin, egoístas que confunden la protesta con la agresión y la legítima defensa con la estupidez.
Es la triste historia de los encapuchados que han tomado rectoría. Triste no solo porque sus demandas son inaceptables y sus maneras violentas, sino porque en su frenesí desbordado afectan más a quienes dicen proteger. No solo a los cientos de miles de alumnos de la universidad que de muchas maneras resienten las consecuencias de este vandalismo, sino a los verdaderos grupos de lucha social. A aquellos que día a día luchan contra esa opresión e injusticia que innegablemente existen en nuestro país.
El filósofo Peter Sloterdijk conceptualiza el cinismo como “la falsa conciencia ilustrada”. Justamente de esa lógica parten los encapuchados, asumiéndose conciencias ilustradas, actuando desde la falsedad. Porque son los mismos que exigen se siga un proceso “democrático” para modernizar un plan de estudios y entonces toman con violencia y sin ningún sustento democrático, la rectoría de la Máxima Casa de Estudios. Porque después acusan de corruptas a las autoridades y al mismo tiempo ¡oh ironía! exigen que a ellos se les exente del cumplimiento de la ley.
Si sus demandas ilegales no son obedecidas, entonces utilizan más violencia para pedir que la anterior violencia quede impune.
En realidad, su argumento es débil desde la manufactura. La revisión del plan de estudios del CCH incluye, entre otras cosas, la integración del inglés y la educación física. Lo sorprendente no es la inclusión del inglés en el plan de estudios sino su exclusión por tantos años ¿Cómo van a poder competir los alumnos del CCH en el mercado laboral sin las herramientas básicas del mundo que vivimos? Nada tiene que ver esto con el imperialismo o la destrucción de las humanidades, la UNAM da la posibilidad a miles de personas de tener una oportunidad mejor de vida, los encapuchados quieren mandarlos mancos a la guerra.
Sus exigencias se basan por supuesto en conceptos chuscos. Conceptos hechos en casa, acoplados a la medida, con dobladillo y clips para que no se caigan. Su concepto de “democracia” es que se les consulte para hacer cambios en el plan de estudios. Como si fuera competencia de los alumnos escoger qué se les va enseñar en la escuela. De todas formas esto queda en un segundo plano. La cuestión en juego en la UNAM ya no es un plan de estudios sino la impunidad; si vamos a seguir viviendo en un estado de excepción donde el poder de amedrentamiento y amenazas es más grande que el de la justicia.
No nos confundamos, los sin-rostro que tomaron la rectoría no tienen ningún respeto por la institución ni por estudiantes o trabajadores. Su demagogia los hace gritar ¡Justicia! Y pedir la impunidad. Se dicen “la comunidad” pero son unas cuantas decenas que solo se representan a sí mismas. Destruyen patrimonio de la universidad, hieren a personas y si se les expulsa de la universidad lo llaman “represión”. Está bien que la UNAM haya decidido dialogar con ellos si eso significa evitar más violencia y el desalojo de las instalaciones. No obstante, las faltas que han cometido no pueden negociarse, la ley no puede estar sujeta a caprichos y excepciones. Doblegarse ante sus demandas es dar un mensaje equivocado.