Por fin y después de muchos meses y hasta años, en los que la tendencia de la Fórmula Uno tomó el rumbo de la Telemetría que lo gobierna y controla todo, desde el inflado de las llantas hasta, poco les faltaba, el momento en que el piloto debería estornudar, este fin de semana en Bélgica comienza la cuenta regresiva para que sea el piloto, ¡sí, el piloto! el que tome las decisiones importantes a la hora de conducir, dejando que sean sus facultades, su instinto, su capacidad de reacción, su valor y concentración, los que lo lleven a bordo de estas súper máquinas que se han convertido en un alto porcentaje más en el pasajero que en el conductor.
A billetazos
La competencia, escalada a guerra, de escuderías y pilotos en busca de los millones de los grandes patrocinadores, se convierte en una guerra de billetazos en la que los equipos llamados medianos viven un auténtico viacrucis para sostenerse dentro de la categoría.
No así las escuderías pequeñas que simplemente desaparecen de forma cíclica, dejando sus lugares a nuevos equipos pequeños que un par de años después harán lo mismo.
Lavado de dinero
Esta recurrente ida y venida, aparición y desaparición de escuderías ha provocado mucha suspicacia entre los grandes patrocinadores y autoridades fiscales de diferentes países.
En las condiciones actuales del mercado, no se entiende cómo algún consorcio quiera invertir en una escudería de Fórmula Uno ante tal desigualdad de presupuestos y por ende, de posibilidades de sacar puntos, triunfos y hasta títulos que son los que se lucen ante las cámaras de televisión, objetivo primario para atraer a los grandes patrocinadores.
Esta disparidad habla por sí sola. Red Bull tiene un presupuesto que equivale al de Force India, Sauber, Toro Rosso y Manor juntos y todavía podrían comprarse algunas joyitas.
Regreso a las bases
Esta disparidad de fuerzas ha polarizado los resultados mismos de la F1,cuyo crecimiento exponencial en ingreso de televisión y patrocinios, así como el incremento del precio al público en los autódromos, han inflado tremendamente este espectacular deporte de unos 15 años a la fecha.
Hace unos meses la F1 dio a conocer una encuesta realizada a nivel mundial en la que las teleaudiencias van disminuyendo a medida que la falta de competitividad y competencia, hacen de cada carrera un evento predecible y aburrido desde los tiempos en que Michael Schumacher y Ferrari se fueron solos, sin permitirle a nadie hacerle sombra al multicampeón, que tenía derecho de veto al segundo piloto de Ferrari, seleccionado siempre comparsas y no competidores.
“Schumi” era el mejor en el mejor auto, el resultado fue aburrición hasta la tribuna de enfrente.
Hoy, en el GP de Bélgica de este fin de semana, comienza el regreso a las bases, los pilotos dejarán de ser “gobernados” por la Telemetría en la arrancada, dejándole a sus instintos y capacidades este momento determinante, lo que inicia una serie de medidas que nos darán ese regreso a las bases en donde, ¡ah que tiempos aquellos! Había hasta ocho autos en la parrilla con capacidades reales de ganar “esa” carrera.
Adiós pasajeros…
Y bienvenidos los mejores PILOTOS del planeta.
Así las cosas pues, la Fórmula Uno hace un examen de conciencia y pone en marcha, aunque sea de a poquito en poquito, el regreso a la esencia por la que tantos millones de aficionados nos apasionamos con ellos, la verdadera y real competencia en condiciones de mayor equilibrio, en donde los mejores pilotos se destaquen más por sus facultades en el volante, que por los billetazos que permiten sacar ventaja a los autos de sus escuderías.