Ganar y perder elecciones

En el juego por el poder político el castigo es el que se impuso en la (¡qué bueno que ya se acabó!) jornada electoral. 

Aunque con todavía un margen considerable a nivel nacional de abstencionismo y voto nulo considerable, muchos ejercimos nuestro derecho al voto. 

En algunos lugares, incluyendo Nuevo León, la participación superó el 50 por ciento.  Es un dato significativo que sirve al menos para legitimar a los vencedores.

Hay que tomar en cuenta lo anterior para evitar las generalizaciones de “triunfo”. 

Indira Kempis Indira Kempis Publicado el
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En el juego por el poder político el castigo es el que se impuso en la (¡qué bueno que ya se acabó!) jornada electoral. 

Aunque con todavía un margen considerable a nivel nacional de abstencionismo y voto nulo considerable, muchos ejercimos nuestro derecho al voto. 

En algunos lugares, incluyendo Nuevo León, la participación superó el 50 por ciento.  Es un dato significativo que sirve al menos para legitimar a los vencedores.

Hay que tomar en cuenta lo anterior para evitar las generalizaciones de “triunfo”. 

Por ejemplo, en el caso inédito sucedido en nuestro estado al ganar Jaime Rodríguez Calderón la gubernatura, sin partido, la explicación no sólo radica en su carisma natural y una campaña mediática basada en narrativas como medios alternativos. 

Tiene sus raíces en el arte de hacer política con quienes concentran el poder económico y social. Por una parte los empresarios, con los que se debe tener vínculos aunque no se quiera. Y por otro lado, con miembros de la sociedad civil previamente legitimados. 

Ambos actores clave radicados en San Pedro Garza García, uno de los municipios no casualmente más ricos en América Latina y con mayor participación ciudadana en la Zona Metropolitana de Monterrey. 

Nada es fortuito y ese eco del pragmatismo en hartazgo del “Bronco” como la opción no importando su pasado, le dio la legitimidad que necesitaba. 

Negar esto sería negar lo que las estadísticas no mienten: fuera de ahí y de ese contexto tan específico, tenemos un déficit por debajo del promedio mundial en ciudades cuyos habitantes se involucran en lo público. Entonces, hay que tomar las cosas en perspectiva para no generalizar porque decir que “la gente” elige sin tomar en cuenta tales vínculos, e incluso a quienes se abstuvieron, es demasiado. 

Por otra parte, hay que comprender a los perdedores, sobre todo, los de los partidos. Ha quedado en evidencia en el país que la ausencia de competencias, capacidades, talentos, pero sobre todo, opacidades y falta de ética de ciertos grupos en el PRI, el PAN y el resto de los partidos pequeños, fue pieza clave para decidir la revancha. 

La ciudadanía, si bien no participa activamente, no es tonta. Esas frases de “que robe, pero que salpique”, “aunque sea malo, pero que haga”, salieron de nuestra costumbre arraigada en donde todo solapamos -doble moral, le dicen- menos que nos mantengan sobreviviendo sin certidumbre de futuro. Esto contribuyó al castigo “cruzado”, que se traduce fácilmente en “si es la misma burra, nomás que revolcada” pues entonces “si no es Chana, pues es Juana”. 

Donde antes tenía un partido el poder, ahora lo tiene otro. Volvamos a Nuevo León: Gobernador sin partido, Congreso local con mayoría panista, Alcaldías priistas.

Aunque no todos los políticos con partido son iguales, les está quedando grande el reto de lo público, destruyendo con sus acciones el origen de los propios partidos. Como diría un amigo: “tanta sangre derramada para que ni la revolución ni la acción ni el trabajo ni lo verde signifique nada”.  

Lo anterior muestra al desnudo que si en la actual reconfiguración del poder, los partidos tradicionales no regresan a su propósito de base, estatutos y principios -que en teoría son para velar por el bien colectivo- estarán destinados al declive. 

Porque en esta ocasión, sin menospreciarlo, hasta Cuauhtémoc Blanco, ex-futbolista profesional, ganó con un partido pequeño llamado Social Demócrata, que varios no sabían ni de su existencia. Esto es de pensarse. Porque a la ciudadanía parece que no le importa,  pero cuando tenemos la crisis grave encima hasta “una piedra” es competencia. Sí, exagero.

Por otro lado, hay que resaltar las nuevas formas de comunicación. Fue interesante observar la campaña mediática del ahora gobernador virtual de Nuevo León. Rompió paradigmas. 

Fue un trabajo dirigido a la generación 2.0 y tan se logró que la mayoría de los jóvenes votaron por “El Bronco”.  

¿Quiénes perdieron? Todos perdimos. La credibilidad de quienes compiten con o sin partido no es halagüeña. 

Envueltos en campañas terribles, descalificación, guerra sucia -región cuatro-, la elección del “menos peor”, el INE como organismo debilitado, artistas y cantantes que venden tuits, las irregularidades del Partido Verde, cantidades fastuosas de dinero en campañas tirado a la basura. Abstencionismo y voto nulo por desesperanza. Perdimos. 

No obstante, si entre las lecciones aprendidas nos comprometemos a reinventar la contienda, estoy segura que el escenario lo iremos cambiando.

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