Hay que entender el miedo
El camino del empresario es de subidas y bajadas, quien piense que solo se trata de vivir bien, sin problemas y con lujos, definitivamente desconoce la otra parte de la película. En lo personal, ha llegado la hora de replantearme el juego del dinero y no se trata solo de ganar por ganar. Hay mucho […]
Jorge Monsalve FloresEl camino del empresario es de subidas y bajadas, quien piense que solo se trata de vivir bien, sin problemas y con lujos, definitivamente desconoce la otra parte de la película.
En lo personal, ha llegado la hora de replantearme el juego del dinero y no se trata solo de ganar por ganar. Hay mucho más que eso. Ahora únicamente me inclino por proyectos que dejen algo a la sociedad. Pero eso tiene que ver con la madurez con la que enfrentamos la vida misma.
El dinero es un juego, parte del juego de la vida donde estamos en este plano material, donde tenemos que tener equilibrio y balance. Comprender esto me hizo cambiar el chip y no solamente estar en negocios porque haya solvencia económica.
Antes tenía más miedo de perder todo lo que tenía… ¡y me llegó a pasar! Incluso, pasé de tener una empresa y un camino ya bien establecidos y con buenas ganancias, a perderlo todo.
Ahí entendí que los miedos siempre están para hacernos crecer. A mí me llegaron a hacer fraudes; pero, salí adelante. Aprendí de los problemas. Como empresario te arriesgas a ganar y perder, a bajar y subir.
Hace cinco años empecé con Foresta School, sin ningún motivo de negocio, con el fin de darle buena educación a niños. Teniendo en cuenta un beneficio a nuestra comunidad, al entorno y a la sociedad en general, de ahí en adelante todo lo que hago tiene una finalidad y un beneficio para la sociedad.
No está peleado el éxito con el deseo de contribuir a una mejoría social, pero para lograrlo hace falta recorrer todo un largo camino. No es un asunto sencillo.
Cuando hice mi primer emprendimiento le pedí prestado a mi mamá 30 mil pesos para la renta y adecuar un espacio realmente pequeño con el cual iniciar.
Y así fue como comencé mi primera empresa. Mi madre es de la vieja escuela, recuerdo que me comparaba con mis primos, quienes ya trabajaban en algo estable, le daban dinero a sus papás y yo… iba apenas iniciando.
Le decía que era cuestión de paciencia, que a mí tarde o temprano me iba a ir bien y podría hacer lo mismo que ellos y regresaría a mis padres algo de dinero.
En mi etapa de estudiante trabajé como freelance en una fábrica. En noveno semestre de la universidad fui a una expo de exhibidores de displays con la empresa Marco Polo y pensé: “Quiero trabajar en esa empresa”. Lo hice durante uno o dos meses.
Ahí me di cuenta –como les ha pasado a muchos– que yo trabajaba, hacía diseño, revisaba producción, hacía cotizaciones. ¡Hacía de todo!
De estar así, pensé pronto, mejor hago mi propia empresa. Y contacté a quien poco después sería mi socio, él trabajaba para otra compañía del mismo giro de exhibidores de punto de venta.
De este modo empezamos Kreato, hace 21 años más o menos. Actualmente tomé la decisión de cerrarla; sin embargo, ese emprendimiento me enseñó que vencer los miedos hará que repitas todas las veces que sean necesarias las cosas para que aprendas y crezcas. Lo ideal es nunca quedarse en los problemas, sino aprender de ellos y seguir adelante.