Honores Post Mortem
¿Por qué se les rindieron también honores post mortem a Carlos Castillo Peraza, a Antonio Ortiz Mena, a Javier Barros Sierra y al propio Ernesto de la Peña…? Claro que es mejor tarde que nunca, ¿pero por qué se les priva a estos ínclitos mexicanos del orgullo compartido con sus familias de disfrutar un reconocimiento nacional por los méritos en sus respectivas vidas?
Francisco Martín Moreno¿Por qué se les rindieron también honores post mortem a Carlos Castillo Peraza, a Antonio Ortiz Mena, a Javier Barros Sierra y al propio Ernesto de la Peña…? Claro que es mejor tarde que nunca, ¿pero por qué se les priva a estos ínclitos mexicanos del orgullo compartido con sus familias de disfrutar un reconocimiento nacional por los méritos en sus respectivas vidas? ¿Nadie se había dado cuenta, en su debida oportunidad, de la importancia e influencia que ejercieron a lo largo de su existencia o se les ignora abiertamente en razón de complejos enmarañados, tortuosos y laberínticos que finalmente se imponen para lograr que los mexicanos de excepción sean distinguidos únicamente frente a sus restos mortales, en la tumba, en el cementerio o frente a un ataúd, si acaso cubierto con la bandera tricolor?
Si la política debe ser excluida al abordarse el tema de estas designaciones, ¿por qué entonces los senadores de diferentes legislaturas desperdiciaron un tiempo precioso para reconocer la labor de un Ernesto de la Peña, orgullo de México, un poeta, lingüista, filósofo, “un héroe de otra dimensión, un héroe intelectual que hizo de la palabra su herramienta de trabajo sin que le importara el sonido de la voz ni el signo gráfico con que hubiera sido reproducida”? ¿Por qué? ¿Por improvisación, al venirse la fecha encima y carecer de candidatos y apresurarse para dignificar a un muerto? ¿Qué papel jugará la envidia en estos reconocimientos? ¿Por qué no rescatar del México invisible a nuestros grandes valores, ejemplos de tenacidad, coraje y talento creativo para exhibirlos ante la nación y compartir la gran emoción del homenajeado, un verdadero pilar de nuestra identidad? ¿Por qué escamotearle méritos a quien los tiene de sobra?
El Senado de la República cuenta con un largo año para escoger a un nuevo recipiendario de la ilustre medalla Belisario Domínguez, salvo que se considere absurdamente que no existen mexicanos con los suficientes méritos como para ser acreedores a un homenaje nacional, un supuesto inadmisible.
Me acuerdo de aquella canción tropical, “Homenaje en Vida”, que dice así: “Ahora que estoy vivo dime que me quieres, dime que me amas… Ahora que estoy vivo hazme un homenaje sin que te lo pida, porque quizás mañana cuando ya esté muerto de qué servirá flores perfumadas encima del pecho y no las veré… No esperes que muera para valorar lo que en vida tienes y decir que me quieres, tendrás que conformarte con dejarme flores en mi tumba, no esperes que muera para valorar lo que en vida tienes, no esperes que muera para flores llevar y decir que me quieres…”
Debemos colmar de flores a los mejores mexicanos ahora que se encuentran entre nosotros…