No es la influenza, es el aire
Es una palabra a la que les estamos acostumbrando a hablar con el temor de que los grupos vulnerables sean contagiados.
Porque esta “gripa” que se puede curar, también ha dejado su estela de muertos en el país como en la Ciudad de Monterrey.
Por eso imaginará a sabiendas de lo que forzadamente sabemos con respecto a la calidad de aire, resulta no ser grato tener que salir corriendo al hospital para comprobar que aquello que pensamos como una gripa común y pasajera, no lo es.
Lo malo de esta enfermedad respiratoria es qué hay casos en donde el cuadro clínico empeora.
Es una palabra a la que les estamos acostumbrando a hablar con el temor de que los grupos vulnerables sean contagiados.
Porque esta “gripa” que se puede curar, también ha dejado su estela de muertos en el país como en la Ciudad de Monterrey.
Por eso imaginará a sabiendas de lo que forzadamente sabemos con respecto a la calidad de aire, resulta no ser grato tener que salir corriendo al hospital para comprobar que aquello que pensamos como una gripa común y pasajera, no lo es.
Lo malo de esta enfermedad respiratoria es qué hay casos en donde el cuadro clínico empeora.
No es para menos, entonces, que una vez que nos lo diagnostican debamos tener las debidas precauciones para evitar todos los posibles contagios.
¡Qué difícil vivir así! Hace algunos días antes de me detectaran influenza, tres amigos muy queridos también me habían comentado de sus malestares con este virus, como otras enfermedades como neumonía o pulmonía.
El día que sepamos con precisión además de los costos en salud pública, los costos económicos, quizá las autoridades y la ciudadanía se sensibilicen -aún más- a hacer algo.
Porque si hacemos cuentas prácticamente perdemos todos, incluyendo la productividad de las empresas, así como los presupuestos destinados para médicos y tratamientos públicos.
La agenda de la calidad del aire nos alcanzó con estas crisis evidentes de personas que no podemos salir de casa porque nos afecta el aire contaminado o el contagio.
Más allá de exigir un cierre casi automático de las empresas que irresponsablemente son cómplices de estos efectos negativos, debemos nosotros asumir conscientemente que también tenemos nuestra parte.
La calidad del aire también depende de nuestros hábitos y de lo mucho que estemos dispuestos, no a cuidarnos que eso a estas alturas es “normal”-, sino hacer una colaboración consciente con las autoridades con el fin de que esas emisiones tanto de industrias, como naturales, de consumo o de automóviles, disminuyan.
No podemos vivir con cuadros clínicos supuestamente fortuitos de enfermedades que ya están cobrando vida.
Una buena forma de empezar es meter el tema del presupuesto para la actualización del sistema de monitoreo, porque para variar la información que se tiene data de 2013 y la más cercana a 2017 no ha sido difundida por las academias.
Debemos hacernos responsables de que no puede haber estrategias puntales y efectivas si seguimos monitoreando como hace 30 años.
Es competencia del Congreso del Estado y del Ejecutivo estatal hacer suya tal causa muy simple (compleja): un sistema de monitoreo renovado.
Conforme este tema no sea atendido, la resolución, si es que existe de muchos, es un dedo al sol cuando lo más importante que sostiene la vida humana en el planeta está envenenado con micropartículas que en pleno siglo 21 ni siquiera sabemos qué.
Empecemos por ahí y por cuidamos mutuamente a la hora de salir a la calle que “el caldo no está para bollos”, al menos la que le escribe lleva 600 pesos gastados al cierre de esta columna para curarse de influenza … y, ¿los que no? Ahí le encargo…La calidad del aire también depende de nuestros hábitos y de la colaboración con las autoridades.