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Información artificial

El mundo de la información ha mutado.

El mundo en el que nuestros antepasados peleaban las guerras con golpes, palos y piedras también cambió.

Ahora vivimos en un mundo en el que la información es un mundo en sí mismo. Y en un mundo en el que las piedras fueron relevadas por espadas y arcos, y estas a su vez sustituidas por balas  y misiles. La noción de que ahora las nuevas guerras se pelean en el ciberespacio es parcialmente cierto.

El mundo de la información ha mutado.

El mundo en el que nuestros antepasados peleaban las guerras con golpes, palos y piedras también cambió.

Ahora vivimos en un mundo en el que la información es un mundo en sí mismo. Y en un mundo en el que las piedras fueron relevadas por espadas y arcos, y estas a su vez sustituidas por balas  y misiles. La noción de que ahora las nuevas guerras se pelean en el ciberespacio es parcialmente cierto.

Sin embargo, el hacking como técnica ofensiva, dígase a través de malware o de cualquier otro método y los procesos defensivos en general, es solamente una parte del nuevo panorama bélico.

El arma de destrucción masiva de nuestro tiempo se llama información. La guerra de información ha resultado tan compleja e invasiva que toda aquella persona con acceso a un smartphone o una computadora es parte activa de ella.

Me explico, el fenómeno del Internet dio cabida a que la brecha entre la realidad humana y la realidad virtual se diluyera a tal punto que hoy vivimos en una realidad paralela.

Ahogados en un abismo de información actualmente resulta extremadamente complejo saber qué es cierto y qué no es cierto.

Y eso desde el invento de la imprenta no es muy diferente. Por que los medios han sido los que históricamente han influenciado a la gente, para bien o para mal. Giovanni Sartori, el ilustrado politólogo italiano que falleció hace un par de días a los 92 años, lo describió como una “sociedad teledirigida”. Pero, en la época de Twitter, en donde las compañías de software más avanzadas del mundo han desarrollado algoritmos tan sofisticados que lo que pase en Corea del Norte también está pasando en el hemisferio occidental, ¿no será que es la sociedad en general la que ahora está influyendo sobre los medios?

Los medios de comunicación y los servicios de inteligencia cada vez apelan más a la recolección y diseminación de información proveniente de las fuentes abiertas (OSINT, por sus siglas en inglés). Y es que, sí, la información es poder, pero hoy no necesita usted ser ni famoso ni poderoso para ser fotografiado con su amante o para ser captado dando una mordida a un policía o para develar aspectos de su vida privada. Usted tiene amigos, y si está leyendo esta columna tiene redes sociales. Si no, pregúntele a todas las #ladies y #lords.

Ahora imagine que las fuentes de información son unas máquinas. Entidades digitales denominadas avatares, con nombre, apellido, cara, acta de nacimiento, historial. Muy diferentes a los ya poco creíbles y obsoletos bots, estas entidades desarrolladas en algunas ocasiones bajo el resguardo de software con la última tecnología de inteligencia artificial, son capaces de aprender por sí mismas los gustos y tendencias de cada individuo y así proveerle de información ad hoc. Puede escucharse como una película de ciencia ficción pero no lo es, ahora que si de películas se trata, como referencia pongo Her, un filme en el que un usuario entabla una relación con el sistema operativo de su celular. Si ello fuera cierto, es por el desarrollo de esta capacidad sobrehumana que ya es una realidad.

Y así se crea una guerra de manipulación de las masas. En la que la información y la desinformación han transformado nuestro ecosistema, pero también en el que la información artificial, es decir, aquella que es genuina pero creada por una entidad artificial, juega un papel tan preponderante que cambia nuestra manera de pensar y de vivir.

Y ahora, la pregunta del millón: ¿Se imagina usted todo esto aplicado a la política electoral? Si pensaba que antes era un desmadre, después de Trump y los “hechos alternativos” y las fake news; ¿qué habremos de esperar? Al tiempo.

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