Semana tras semana, se cumple ese viejo y sabio dicho del futbol: solo hay dos clases de Directores Técnicos, los que van llegando… y los que van a ser despedidos.
Nuestro futbol, que es gobernado por la inmediatez de los resultados, cambia cerca de la mitad de entrenadores en promedio por temporada.
Ellos lo saben desde el momento de firmar sus contratos, que en muy escasas ocasiones alcanzan a cumplir su vigencia, por esto…
Que nadie se diga sorprendido…
Cuando se le informe que a partir de ese día, ya no formará parte de la institución que con tantas sonrisas, playera y chamarra de por medio, lo había recibido semanas atrás.
“Hay que tener las maletas hechas”, me decían algunos directores técnicos, “echar raíces en un club es difícil para nosotros como técnicos, pero es peor para nuestras familias, somos errantes y en muchas ocasiones la familia permanece en alguna ciudad mientras que el técnico va y viene por su nueva chamba”.
Giro de 180 grados
Hace unos meses, a finales de julio, Miguel “Piojo” Herrera vivía momentos más que amargos al ser despedido de la Dirección Técnica de nuestro TRI, víctima de su propio temperamento al perder los estribos y agredir a Christian Martinolli.
Tremendo castigo más que doloroso cuando podía presumir la Copa ORO de Concacaf.
Por esos días, el uruguayo Gustavo Matosas estaba metido con gran ilusión, poniéndolo todo preparando el plan de trabajo a corto, mediano y largo plazo en el proyecto del Atlas, al que augurabamos mucho éxito.
Hoy, unos cuantos meses después la moneda da un giro de 180 grados cuando es Miguel Herrera el que sube en su carrito a la parte alta de la Rueda de la Fortuna Futbolera, mientras que a Gustavo Matosas le toca padecer el que lo bajen de su carrito de esa misma rueda al llegar a nivel de piso.
Cosas del futbol y de los técnicos en este nuestro medio de la Liga MX tan exigidos por esa “resultaditis” que como huracán rabioso se lo lleva todo…
Así de fácil.