La revista Time en una edición especial escrita por Jon Meacham, realiza una pasaje por la vida de Andrew Jackson, el séptimo presidente de Estados Unidos, al cual titula el “Un Populista Americano”. Lo que más llama la atención de este capítulo es la analogía que desde que Donald J. Trump juró como presidente distintos escritores han hecho sobre estos dos, sin duda, diferentísimos personajes.
Porque si bien, ambos comparten algunas similitudes en su personalidad, en el mensaje de su campaña contra el establishment, más allá de que uno era un general, jurista y senador; y el otro un magnate inmobiliario multimillonario sin ninguna experiencia pública alguna, la diferencia de profundidad de Jackson entorno al quehacer republicano resultó abismal.
Desde Abraham Lincoln hasta Teddy Roosevelt encontraron inspiración en la forma de gobernar de Jackson, me pregunto ¿si algún día Estados Unidos volverá a tener a un presidente como Abraham Lincoln? Y de tenerlo, ¿encontrará su inspiración en Donald Trump? No lo sé, pero no lo creo.
Por eso, las analogías políticas son buenas y sanas hasta cierto punto. Especialmente en un momento de ruptura de modelos conceptuales tradicionales y la conformación de figuras con una forma abstracta.
En México, si uno ve a Andrés Manuel López Obrador, y realmente examina a detalle la historia de Jackson, resulta más fácil esa analogía que la de Trump. Sin embargo, la eterna campaña de AMLO, se ha convertido en sí misma, una especie de gobierno y de referéndum. El escepticismo generalizado en torno al tabasqueño, es que resulta difícil que asombre. Ya lo hizo en su momento, y sí, haiga sido como haiga sido- muy probablemente la primera ves un fraude y la segunda un referéndum a su política postelectoral- no lo consiguió.
López habla de Madero con frecuencia, como una figura de inspiración, pero no seré el primero que diga que ello es un tanto contradictorio. Francisco I. Madero encarnó lo que una y otra vez AMLO critica. La burguesía, las clases dominantes de la política, transformado en un ideólogo revolucionario que si se atrevió a ir más allá de los plantones, marchas, el Twitter y los señalamientos.
En ese sentido, la reconstrucción del modelo populista en la época moderna y en la era de la hoguera política más importante de los últimos cincuenta años debe ser tratada con pincitas.
Cuando se ve en redes sociales, que los lideres del PRI y del PAN- los dos más letargos de historia moderna de sus respectivos partidos- asegurar que el populismo no se asentará en México es como dicen los gringos “a long shot”. Por que en la era de los Macron, Trudeau, Obama, Cobryn; y más aún la terquedad de construir modelos a semejanza contradice la aseveración anti populista. ¿Por qué? Porque el independentismo, contiene intrínsecamente el elemento populista que los hace vibrar. Y esa podría bien ser la nueva definición de neopopulismo.
Cuando se elija la fórmula ganadora para el primero de julio, si no resulta ser una figura partidista, y el pueblo elija o AMLO o un pseudo-independiente- continúa el ruido de José Antonio Meade- a Los Pinos habrá llegado el populismo de a pie o un constructo populista, pero al fin populismo, lo cual no tendría nada de malo. Sólo hay que llamarle a las cosas por su nombre, como dicen. Al tiempo.