La faena del segundo debate tuvo nombre de mujer. Con presencia, critica, comentario y propuesta, Josefina no dejó a nadie vivo.
Le quitó los pocos votos que Quadri había logrado para su partido. Josefina le recordó al pueblo de México, que aunque simpaticen con él, con su coherencia al hablar y con sus propuestas, -como la cantidad exorbitante de agencias, subsecretarias y secretarias que propone, como si crear instituciones fuera la solución de los problemas, todos los votos para el Panal salen sobrando.
Porque van directo a la permanencia obcecada de La Maestra y a los recursos que por ley le entregarían a su partido si logra el necesario dos por ciento.
Y es que Quadri no va por más. Se mostró como un invitado a la fiesta, no como un candidato real. Pedía permiso, suplicaba respuestas, de los que de verdad contienden por la silla presidencial.
Luego la panista brincó a la yugular de Peña Nieto. Hizo públicos todos y cada uno de los últimos acontecimientos sucedidos. La presencia en la Ibero, el repudio estudiantil y sus largos minutos en el baño.
Sus incómodos, pero reales, correligionarios priistas que han ocupado las noticias de las últimas semanas. Lo dijo todo, clavó las banderillas con toda precisión.
Mas adelante le tocó a López Obrador. Lo llamó convenenciero para aceptar las votaciones, solo si él es el triunfador. Lo relacionó, una y otra vez con el PRI. Evitó decirle peligro para México, pero lo señaló como un político populista. Otro par de banderillas bien colocadas por la matadora azul.
¿Se hizo notar?. Sin duda alguna. ¿Marcó propuestas positivas?. Definitivamente. ¿Le va a servir para beneficiarse ella?. Lo dudo.
Al final, falló en lo mas importante de la faena, la estocada final.
No convenció en que ella puede ser la solución. No puede deslindarse de este gobierno, que no es precisamente su mejor carta de presentación.
El efecto Josefina será para los otros dos candidatos. Alguien le va a dar las gracias, alguien no.
¿A qué toro desangró más Josefina?