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¡Cállate!

A veces es innecesario que alguien te tape la boca con la mano para saber que lo que menos quiere es escucharte. Bueno, en un país en el que adolecemos de escuchar esto es casi lo normal en la cotidianidad. Pero más aún cuando se trata de las voces de las mujeres. No, esta no es una columna más de feminismo, sino una liberación escrita de algo que observo con frecuencia.

A veces es innecesario que alguien te tape la boca con la mano para saber que lo que menos quiere es escucharte. Bueno, en un país en el que adolecemos de escuchar esto es casi lo normal en la cotidianidad. Pero más aún cuando se trata de las voces de las mujeres. No, esta no es una columna más de feminismo, sino una liberación escrita de algo que observo con frecuencia.

Bastaba que Juan Daubdod, el Presidente del Consejo Mexicano de la Familia, hiciera el irrespetuoso acto de levantar la mano para tocar la boca de una mujer sin su consentimiento. Sea para callarla o pegarle o, incluso (aunque parezca ilógico) hasta acariciarla. Fue sin su consentimiento y sin escucharla. Y aunque para algunas personas la irrespetuosa e impertinente fue ella, considero que no había existido acto más simbólico que ese de lo que significan las opiniones de las mujeres para algunos hombres en este país. Nada. Así de simple como para sacar la violencia, la furia o la frustración que algunos hombres llevan dentro.

Aunque el señor Daubdod lo niegue, lo que se ve no se juzga y su lenguaje corporal dice lo que también es evidente cuando los hombres nos violentan a las mujeres. La voz de las mujeres para cualquier argumento no solo puede ser menospreciada, sino algunos hombres se sienten con el derecho de silenciarla con violencia.

Porque como dirían comúnmente, si ella hubiera sido hombre, eso no hubiera pasado. Pero como él hubiera no existe, tuvimos que ser testigos en redes sociales de ver algo que sí sucede en la realidad. A más de una nos quedó ese saco que pesa de sentir impotencia ante los machos que creen que “calladitas nos vemos más bonitas”.

Lamentablemente, para sus egos recalcitrantes los tiempos han cambiado.

A mí, me pasa con frecuencia. Casi siempre saco de la zona de confort. Me ha tocado escuchar cosas como “no deberías de decir eso”, “se ve mal en tí”, “dicen que no te soportan”, “por qué no mejor lo dices así”, “no nos gustan tus formas”, “eres muy insolente”, “caes mal”, “bájale de tono”… Bueno, como mi mamá me enseñó que tomara las cosas como de quien vienen sé que lo que menos importa es ver a un hombre mayor, disque representando a la familia, de apellido nais, haciendo lo que la mayoría quiere hacer (sobre todo con las que somos disruptivas, provocadores e imprudentes y que no nos da pena serlo)… ¡sino que pasa todos los días a más de una mujer!

Que además terminamos siendo las que no queremos un diálogo o las que no saben comportarse o como diría Liliana Felipe, las histéricas, las de “pobres, están en sus días”.

Y, ¡no es así! Más bien tendríamos que estar reflexionando seriamente porque ese acto de intentar callar la voz de esas mujeres que no concordamos con el status quo es valiosa para avanzar en lo que necesitamos cambiar en este país.

Hace unas semanas intentaron sacarme de una plataforma de eventos sobre Urbanismo con la misma cantaleta de hace un siglo: ¿por qué usted no puede ser una niña buena que aplauda y se calle? Porque lo que dice es que “nadie la soporta”.

Así y varias historias que no queremos para sus hijas y para nuestro futuro. Duele, aunque nos hagamos que la virgen nos habla, que son cosas insignificantes y qué hay resistir sin llorar. Lastima a una sociedad de machos a los que habría que ponerles nombre y apellido para que se den cuenta de todos los efectos negativos que hay en el mundo por cada hombre que no sólo nos dice: ¡cállate! Sino que invalida y justifica que eso sea así.

Tenemos mucho camino por construir hombres y mujeres para no permitir eso que vimos de parte de Juan Daubdod. Porque por cada agresión que atenta a nuestra libertad de incluso no tener la razón (porque obviamente tampoco quiere decir que la tengamos) dejamos a un lado el futuro incluyente, respetuoso y equitativo para las niñas, las jóvenes, las mujeres.

Y no, como diría la campaña de “the future is female”, el mundo va hacia allá. O como diría la CEO de Srita. Confeti, un emprendimiento social que trabaja el empoderamiento femenino desde el amor propio, Liza Durón: tenemos que recordarnos lo valiosas que somos.

Porque no, no nos vamos a callar.

#sorrynotsorry señor Presidente del Consejo de la Familia. Por cierto, ¿por qué ese Consejo no tiene una Presidenta?

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