Justicia #porky
¿Justicia? No sé si esa palabra le cause risa, dolor o angustia, pero en los últimos días más de una persona hemos puesto en duda si eso existe en nuestro país.
Indira Kempis¿Justicia? No sé si esa palabra le cause risa, dolor o angustia, pero en los últimos días más de una persona hemos puesto en duda si eso existe en nuestro país.
Sacudió a la colectividad, sobre todo la virtual en un mundo cada día más automáticamente conectado, enterarse de que el Juez Tercero de Distrito de Veracruz (suspendido a estas horas) Anuar González Hemadi amparó a un presunto perpetrador de pederastia y violación en grupo al considerar -según la sentencia de amparo- que el hecho de tocar los senos y genitales de una menor de edad no era suficiente para demostrar la pederastia, simplemente porque no hubo lascividad o “apetito carnal inmoderado”.
La conmoción de las personas ha llegado a punto tal que se está circulado su fotografía.
Incluyendo imágenes con su esposa y su hija pidiendo justicia en el entendido colectivo que tales argumentos resultan absurdos, indignantes y hasta cínicos hacía Daphne Fernández y sus padres, quienes tuvieron la valentía de denunciar la violencia sexual se la que fue víctima.
Lo que genera esta avalancha de información es sí por un lado indignación, pero por otro se pone una a pensar si de plano nuestro sistema de justicia está tan acéfalo de sentido común, con tantas ausencias no sólo legales sino de autoridad, con tráfico de influencias y corrupción, que tal parece que cualquier error está dispuesta la comunidad de asumirlo con tal de que mínimo se busque justicia. Aunque estas emociones también nos hagan cuestionarnos si estos “linchamientos” realmente son efectivos o si a veces perjudican a terceros (como la imagen de las hijas del juez). Muy difícil encontrar el punto de cambio como el de equilibrio.
Lamentablemente nuestro país está repleto de casos así. Porque ni siquiera podemos asegurar que éste sea el único. Algunos pueden mediatizarse y lograr que esa atención pueda colaborar en no permitir que la impunidad siga cobrando vidas en nuestra sociedad. De al menos ponerle un “freno” aunque sea efímero.
Entonces, la gran pregunta es sobre cuántos de estos abusos y violencias sexuales hacia las mujeres adolescentes realmente llegan a la denuncia, así como cuántas de estas víctimas resisten a un sistema de justicia que parece hecho a medida de los delincuentes como para llegar a las “últimas consecuencias” legales para obtener justicia.
Las cifras, sin duda, deben ser aterradoras. Con, pero más sin dinero, actualmente, nadie puede ofrecer una garantía de que no nos suceda y todavía más de que si sucede no exista dinero o relaciones personales de por medio que limiten la capacidad de actuar de las autoridades.
A todos nos está costando mucho en tiempo, dinero y esfuerzo la justicia, no sólo a las víctimas, sino que por cada persona que no la obtiene, hay mayor probabilidad que estos casos se repitan. Pensemos en cuantas violaciones sexuales a niñas y adolescentes se quedan en el silencio porque es “muy difícil de comprobar” y, sobre todo, porque en este país ya no sabes si ese “muy difícil” es por meros tecnicismos o porque de plano lo que también se viola con poder y dinero es el Estado de Derecho, las garantías de las víctimas y su integridad emocional frente a la justicia #porky