Kate y la reforma urbana
Es inevitable el morbo. Si algo no podemos evitar es cuestionarnos sobre el tipo de relación que tiene el capo del narcotráfico más buscado y la actriz mexicana. Aunque no nos importe, la novela ha comenzado y se robó toda la atención de la agenda mediática, hasta del título de esta columna.
Indira KempisEs inevitable el morbo. Si algo no podemos evitar es cuestionarnos sobre el tipo de relación que tiene el capo del narcotráfico más buscado y la actriz mexicana. Aunque no nos importe, la novela ha comenzado y se robó toda la atención de la agenda mediática, hasta del título de esta columna.
Y mientras “El Chapo” y su “friendzone” con Kate del Castillo son motivo de burlas, me encontraba en una reunión con el senador Francisco Burquez, quien preside la Comisión de Desarrollo Urbano y Ordenamiento Territorial. Su presentación ante los principales tomadores de decisión del Estado de Nuevo León estribó en torno a la Reforma Urbana que se está gestando otra vez en el país.
Dentro de los conceptos más destacados de una nueva visión a debate es romper con los modelos tradicionales de ciudades en donde la uniformidad del uso de suelo y la falta de atención a las necesidades de los habitantes del espacio público deben ser dos de las re-evoluciones conceptuales más importantes de los próximos años.
Lo cual nos va a enfrentar a una renovada forma de administrar las ciudades y quizá esto sea el mayor reto de nuestra época cuando entendemos que en cualquier ciudad del país la corrupción, la falta de procesos claros -o el exceso en algunos casos-, la burocracia o la impunidad, son los obstáculos recurrentes que ni siquiera se han resuelto en el modelo tradicional. Por lo mismo, las preguntas inquietantes estriban sobre cómo se va a enfrentar desde los gobiernos los incentivos o regulaciones para que la ciudad del futuro que necesitamos. Por ejemplo, está claro que en una agenda internacional y que las ciudades más avanzadas en materia de desarrollo urbano están limitando el uso excesivo del automóvil por razones de cuidado medioambiental como de calidad de vida -menos ruido, congestión, mayor productividad, etc-. Sin embargo, en esos casos sí se han creado los incentivos fiscales o legales necesarios para que eso suceda. Es decir, no se queda a criterio de una sola dependencia o organizaciones de la sociedad civil.
Hablando en esa parte, el senador nos explicaba cómo es que el aparato gubernamental está pasando por una crisis que no permitirá sostener en el tiempo los programas o proyectos que se necesitan para provocar un cambio radical de modelo de ciudad. Por lo mismo, la ciudadanía tendrá un papel preponderante para que esas transformaciones urbanas necesarias sean una realidad que se comience a estar. Por tanto, ese es otro reto de nuestro tiempo, ¿cómo le hacemos para tener gobiernos abiertos a esa colaboración y una ciudadanía que esté dispuesta a ceder poder y recursos para tal colaboración? La pregunta del millón porque, además, analizando una sociedad como la regiomontana el déficit en el interés se desdibuja entre pugnas políticas que más bien la lucha civil termina siendo una lucha de clases sociales donde cada quien vela por intereses propios.
Siendo este el escenario, prácticamente, el desarrollo urbano de México está bajo la mira de impactar socialmente más allá de la terminología técnica que siempre resulta incomprensible para todos. Lo cual significa que si la calidad del aire importa no es porque queramos que los arboles respiren, sino porque en realidad de eso depende la salud pública y el desarrollo económico de una ciudad. Así, con ese realismo, necesitamos determinar con propuestas específicas sobre la mesa, la capacidad de comenzar a realizar esas acciones que abran brecha para la tarea titánica que está representando la transformación de una urbe “uniforme” a una diversa, de una donde importe más el dinamismo económico que el uso de suelo, una cuyos procesos administrativos sean flexibles y no rígidos. Una que pueda generar la competitividad sin sacrificar la igualdad y los derechos humanos de sus habitantes.
Estos puntos profundizan y sobrepasan la infraestructura, en donde sí se necesita visión y voluntad no sólo de quienes toman las decisiones, sino de los usuarios de la ciudad. Ir al futuro es prioridad cuando el presente es ya insuficiente y más cuando el modelo tradicional está colapsado, agonizando y no funciona.
Ahora sí que sí hay algo que cuidar más que a los ojos y como nadie lo ha cuidado es el tema de cómo generar los cambios urbanos que toda ciudad necesita. Porque, para variar, en ellas estará concentrada la población mundial de los próximos años que, además, está cambiando culturalmente con celeridad. Y de ese escenario, no hay ni cómo escaparse.