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La cuesta y la cruda de enero

Meternos a la máquina de costumbres nos ha hecho tan predecibles como mecánicos: ¿Ya se “atragantó” con las 12 uvas? ¿Se prometió que no volvería a ver ese número estratosférico en la báscula? ¿Expresó lo feliz que se siente tras los tragos de whisky? ¿Abrazó a las personas a las que quiere? 

Bien, ahora, aunque los cambios nunca han sido inmediatos, la realidad nos demuestra que los “buenos” deseos se evaporan y eso que apenas es viernes.  

Meternos a la máquina de costumbres nos ha hecho tan predecibles como mecánicos: ¿Ya se “atragantó” con las 12 uvas? ¿Se prometió que no volvería a ver ese número estratosférico en la báscula? ¿Expresó lo feliz que se siente tras los tragos de whisky? ¿Abrazó a las personas a las que quiere? 

Bien, ahora, aunque los cambios nunca han sido inmediatos, la realidad nos demuestra que los “buenos” deseos se evaporan y eso que apenas es viernes.  

Y es que nuestras historias personales de indisciplina, el mínimo esfuerzo, el desgano y la flojera, también impactan en los macro acontecimientos políticos, sociales o económicos, del país.

 ¿Te has dado cuenta de eso? 

Porque cuántas veces nos quejamos de los gastos sin sentido que se hacen desde el gobierno, pero no vigilamos las propias cuentas o terminamos endeudándonos por cosas sin sentido. 

Cuántas veces nos quejamos de la deshonestidad de los políticos corruptos, pero los solapamos a cambio de una despensa o un “favorcito”. Cuántas veces juzgamos en exceso a quienes no nos muestran resultados en la función pública, pero no aseamos nuestra propia casa. Cuántas veces nos quejamos  de la contaminación, pero no somos capaces de reducir nuestro consumo.

Sin pretender sobredimensionar los actos mínimos o pequeños, que tal vez parecen muy inocuos, tampoco debemos pasar por alto que al vivir en sociedad (incluso los grupos que se autoexcluyen, pero que mientras no residan en una montaña alejada, siguen conviviendo con el resto)  significa eso precisamente: ser socios. 

Como socios que somos, alejados de cualquier perspectiva “romántica”, nos queda el tiempo corto para crear las condiciones que deseamos, si realmente lo deseamos, experimentar en los lugares donde vivimos. 

Ese sentido de urgencia y prevención que tenemos para nosotros, puede multiplicarse si nos hacemos responsables de tal sociedad. 

Porque a la hora de la hora terminamos queriendo que las cosas cambien sin pensar que nosotros somos parte indispensable de “la varita mágica” que deseamos. Si nos mantenemos alejados de ese compromiso, si ni siquiera cumplimos lo que nos prometemos, si estamos abandonando los objetivos propios que se convierten en algo mucho más grande, pues, será muy difícil que los problemas puedan solucionarse a tiempo. 

¿Qué problemas? Sólo le recuerdo que los saldos de 2013 no son tan alentadores para el que viene. Seguimos en la época del rezago, el subdesarrollo, la corrupción, el incremento de productos y servicios, entre otras variables que también están afectando severamente nuestra calidad de vida. 

Podríamos dejarlo pasar y adaptarnos o quejarnos amargamente, así como lo hemos hecho año tras año. Aceptando cabalmente la Ley de Herodes –esa que ya te sabes de memoria-, pero lo que no tomamos en cuenta es que lo que vivimos a diario como personas incide en lo macro. 

Si somos responsables con nuestras propias vidas, lo seremos siendo socios en esta sociedad. Imagínese que las iniciativas personales realmente se cumplen, entonces dejaremos de alimentar nuestros “monstruos”: gente que no respeta la Ley, que están dispuestas a solapar mentiras de sus funcionarios públicos o políticos, que contaminan su casa, por ende, su vecindario, etc. 

Entonces, no permitamos que el próximo año sigamos contando la cantaleta predecible: “no se pudo, son unos corruptos, estamos hasta la madre”, sino que lo intentamos más allá de meramente buscar información, que estuvimos dispuestos a crear otro entorno para uno mismo, pero que al mismo tiempo nos hagamos conscientes que somos la sociedad que como socios creamos. 

Que no estemos dispuestos a que la cuesta y la cruda de enero sea eterna o la misma noche de siempre en donde los deseos se quedan en simples deseos.

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