La inevitabilidad de la izquierda
La pretensión siempre miope de los creyentes en las bondades de un darwinismo social montaraz, un darwinismo mercantil ignorante de las diferencias, las capacidades y el talento concurrente entre los hombres, no puede sino conducir al enfrentamiento verbal, a la fractura del diálogo, y posteriormente al derrumbe de las propias estructuras políticas y sociales que demostraron su inutilidad para mantener un puente por el que pudieran cruzar, sin retirarse el saludo, los integrantes de una comunidad civilizada.
Francisco Martín MorenoLa pretensión siempre miope de los creyentes en las bondades de un darwinismo social montaraz, un darwinismo mercantil ignorante de las diferencias, las capacidades y el talento concurrente entre los hombres, no puede sino conducir al enfrentamiento verbal, a la fractura del diálogo, y posteriormente al derrumbe de las propias estructuras políticas y sociales que demostraron su inutilidad para mantener un puente por el que pudieran cruzar, sin retirarse el saludo, los integrantes de una comunidad civilizada.
Una sociedad, ya lo decía Revel, será más longeva mientras más problemas resuelva y más perecedera en tanto más se resista al cambio y a la evolución.
En países que avanzan dentro de una democracia embrionaria, amenazados por aberrantes desequilibrios económicos y sociales; en naciones escindidas por abismales diferencias educativas y alimenticias, petrificadas por los efectos de una religión opuesta perversamente a la generación de la riqueza; en sociedades donde la concepción misma del progreso está reñida con la evolución material y las diferencias en los mismos niveles socioeconómicos constituyen peligrosas bombas de tiempo, que de llegar a detonar alejarían cualquier otra posibilidad de conquistar pacíficamente el bienestar, resulta temerario abandonar a toda suerte de indefensión a los desposeídos dentro de una economía de mercado desenfrenada, dominada por una concupiscencia disoluta e insaciable.
¿Paternalismo? México ha pagado un precio muy elevado por haber solapado durante décadas la incapacidad y la indolencia de buena parte de nuestra gente. De acuerdo, pero de ahí a ignorar nuestro propio drama social, a olvidarnos de las carencias de los nuestros sin idear nuevas alternativas de solución, hay un largo camino que cruza por pantanos pestilentes de los que debemos apartarnos antes de que nuestro olfato se acostumbre a los olores hediondos que despiden las aguas estancadas.
América Latina carece de una tradición democrática. Los oídos de las masas son sensibles al canto melifluo de las sirenas. Todavía existen millones a quienes se les puede adormecer con el arribo de la Dictadura del Proletariado, como si el drama de la Europa del Este hubiera pasado desapercibido. Así como entraron las masas de iletrados y depauperados armados con grandes garrotes al Palacio de Invierno de los Zares a principios del siglo XX, igual les veríamos entrar ahora por la puerta grande de los Palacios Legislativos para imponer su ley contra el neolibertinaje. Ignoran que las revoluciones o sirven para concentrar aún más el poder o no sirven para nada.
De ahí que la tentación de las masas desposeídas por hacerse del poder público como un instrumento de represalia y justicia sea cada día mayor. La tentación por destruir el mercado libertino les acercaría a la materialización de su sueño que no haría sino proyectarlos a un nivel de postración del que ya nunca saldrían.
¿Dónde está la izquierda mexicana de vanguardia? Su presencia es inevitable en un país en el que existen 40 millones de compatriotas en la miseria.