La lucha contra los cobardes
Estaba atónita escuchando cada palabra que Guillermo Asiain nos decía francamente en su ponencia. Hablaba sobre cómo cambió la vida en Ciudad Juárez por la exacerbación de la violencia y el incremento en el número de delitos, pero también de cómo su propia cotidianidad no volvió a ser la misma desde hace cuatro años… Su historia está ligada a Humberto, un joven al que mataron, cuyo padre del mismo nombre conversó con los amigos de su hijo el día del funeral y les narró su último momento con él…
Indira KempisEstaba atónita escuchando cada palabra que Guillermo Asiain nos decía francamente en su ponencia. Hablaba sobre cómo cambió la vida en Ciudad Juárez por la exacerbación de la violencia y el incremento en el número de delitos, pero también de cómo su propia cotidianidad no volvió a ser la misma desde hace cuatro años… Su historia está ligada a Humberto, un joven al que mataron, cuyo padre del mismo nombre conversó con los amigos de su hijo el día del funeral y les narró su último momento con él…
Humberto, como todo padre preocupado por la inseguridad, esa noche le sugirió, al punto de la insistencia, que no saliera. Tomando en cuenta que todo miedo es válido, Humberto pensó que la noche era peligrosa, se lo advirtió a Humberto “chico”. Pero él en lugar de reaccionar ante los ruegos de su padre, le respondió: “yo no voy a vivir con miedo papá”. Cerró la puerta. Humberto se fue y su papá no volvió a verlo con vida. Humberto fue asesinado, ¿te imaginas lo que significó esta “despedida” para ambos?
En cualquier padre generaría una culpa hasta insoportable el no haber detenido a su hijo de salir a la calle. Pero el día del funeral, Humberto quiso darle un nuevo significado a la insistencia del muchacho de no vivir con miedo. Guillermo recuerda bien sus palabras. “La lucha no es contra los criminales ni contra los corruptos, es contra los cobardes”. El papá de Humberto sabía que lo que hizo su muchacho había sido un acto de valentía en una ciudad amedrentada por el miedo. “No por esto que pasó dejen de salir a la calle, de ser libres, de ser ustedes mismos”.
Estas palabras fueron la catapulta para que los amigos de Humberto le dieran sentido con su propia vida a su muerte. Encontraron grandes motivos, aun siendo muy jóvenes, para realizar las acciones específicas que transformarían años después a Ciudad Juárez, un lugar que ya daban por desolado y “muerto”.
En algo tiene razón el papá de Humberto. Vivimos en tiempos donde la cobardía para decir la verdad, buscar justicia, exigir una clara rendición de cuentas, ser honestos, salir a la calle, se ha convertido en un síndrome que nos bloquea toda iniciativa de transformar las duras realidades a las que nos enfrentamos.
Lamentablemente, aunque el miedo es justificable, debemos reconocer que con cobardía lo único que vamos a lograr es una simulación que no nos llevará a nada. Con esto tampoco quiero decir que nos pongamos en riesgo, pero sí que tomemos en cuenta que la cobardía paraliza. Nos deja en el silencio. Nos quita sinceridad e incluso nos despoja de toda posibilidad de explorar nuevas alternativas. No hace más que alimentar y favorecer a aquellos a los que no les convienen los cambios que nosotros soñamos. Nos arrincona en callejones sin salida, esos que pertenecen justamente a los cobardes. Y, siendo cobardes, no tenemos rostro porque ni siquiera podemos dar la cara.
¿Cuáles son los antónimos de cobardía? Valentía, atrevimiento, heroísmo… Si realmente queremos un cambio o los que sean necesarios desde lo público, tendremos que buscar en nosotros mismos grandes dosis de valentía. De esa que es indispensable para emprender acciones solidarias que beneficien a todos, para confrontar con lucidez mental a las problemáticas más adversas y sus políticos más deshonestos. Para abrir la puerta tal como lo hizo Humberto. Salir a la calle con plena confianza de que “yo no voy a vivir con miedo”.