La Maldad y el Silencio
¿Por qué la gente buena, la inmensa mayoría de la gente buena, de nosotros los mexicanos, guardamos silencio cuando nuestros hijos, lo mejor de nosotros, no pueden ir a la escuela y comprometemos en una complicidad implícita nada menos que su futuro?
Francisco Martín Moreno¿Por qué la gente buena, la inmensa mayoría de la gente buena, de nosotros los mexicanos, guardamos silencio cuando nuestros hijos, lo mejor de nosotros, no pueden ir a la escuela y comprometemos en una complicidad implícita nada menos que su futuro?
Yo quisiera ver las marchas callejeras integradas por cientos de miles o de millones de padres de familia de Guerrero, Oaxaca y Chiapas, los estados más pobres de la nación, protestando por la catastrófica educación de sus hijos, por la pésima capacitación de los maestros, por el ausentismo escolar, por la tragedia social que se avecina cuando los hoy menores, el día de mañana, no sepan ni siquiera tomar una escoba para barrer y estén condenados a la miseria generacional que ya se ha venido haciendo costumbre mientras permanecen sepultados en una indolencia suicida.
El combate dedicado a la erradicación del hambre en nuestro país debe comenzar en las aulas impidiendo la deserción masiva de los niños que al abandonar el pupitre habrán de convertirse en parásitos sociales o en carne de cañón para el populismo, la antesala de una revolución como la que se gesta en Venezuela y que habrá de convertir en astillas la vida plácida de quienes prefieren el silencio ante las atrocidades incontables de la gente mala.
Es mucho mejor educar a los maestros de dichas entidades, enviar profesores capacitados en lugar de mandar el día de mañana soldados para reprimir los levantamientos armados, consecuencia directa de la desesperación social originada en la falta de educación. Es mejor enviar hoy gises y no balas posteriormente. Es mejor construir hoy escuelas y no cuarteles para sofocar violentamente al pueblo con el paso del tiempo.
¿Cuándo se romperá finalmente el círculo vicioso, el de la recurrente miseria, el de los días perdidos en el ocio, el de los años transcurridos en la improductividad, el de las vidas desperdiciadas de muchas generaciones que se remontan al bisabuelo, al abuelo, al padre y que continuarán con los hijos, los nietos y los bisnietos?
¿Qué esperará el gobierno de Peña Nieto, también oculto en el silencio, para aplicar la ley y ejercer el monopolio de la fuerza para liberar las escuelas y universidades de sus secuestradores? ¿Espera a que se confíen los rufianes y cometan más excesos de modo que enseñen todo el rostro y al exhibirse se les pueda identificar cabalmente? ¿Estará acobardado al saber que meter las manos en las universidades equivale a agitar violentamente un avispero? ¿Sabrá que el proceso de putrefacción en las aulas puede llegar a ser muy acelerado y que el contagio puede ser pernicioso? ¿Estará esperando que la sociedad se harte para justificar la imposición del orden? En todo caso, ¿por qué el silencio y la inacción ante las atrocidades de la gente mala, que sin duda se mueve agitada por intereses ocultos? ¿Quién va a creer que detrás de los maestros rufianes y de los godos invasores de la UNAM no hay una cabeza que pone a prueba al gobierno de Peña? ¡Claro que es peligrosísimo tratar de atrapar a una víbora por la cola…! Espero que el actual gobierno lo entienda y no caiga en el error…