Fue la Ilustración del siglo XVIII la que dio el soporte ideológico al movimiento que cambiaría el rumbo de la historia. Despidiendo a un viejo régimen monárquico y haciendo renacer un régimen parlamentario o republicano en su lugar.
El pueblo que se encontraba con tal desgaste y sufrimiento, que una revolución resultó su única opción. Y un grupo que vio la oportunidad y la tomo. La burguesía que, deseosa por tener los atributos monárquicos, apoyó el movimiento para derrocar el régimen existente.
Desde esos años, la burguesía ha tomado el control económico y también el político. Se han convertido en los nuevos mireyes. Viven como vivían los reyes de antes. Se dan lujos excéntricos. Construyen museos con el dinero del sobreprecio que les dan sus monopolios. Hasta se dan el lujo de manipular gobiernos a su antojo.
Pero hoy vivimos una nueva revolución científica, la era tecnológica. La de las comunicaciones, las redes sociales, el internet y la tecnología inteligente. ¿Qué efectos sociales tendrá?
Que efectos tendrá, ver la vida de aquellos, empresarios y políticos, que no siempre pudiendo comprobar el origen de sus recursos, publican sus fiestas, sus bolsas, sus carros y aviones. Dejan asomar sus excesos tal y como algunas vez lo hicieron aquellos reyes y zares que terminaron pagando con su vida su excentricidad.
Al mismo tiempo que se vive la zozobra de una guerra que tiene muchos intereses económicos. Y la necesidad de la gente por salir y defenderse como su única opción de supervivencia, informados, gracias a los medio modernos de comunicación, conocen que hay atrás de su miseria, y quienes son los responsables.
Las redes sociales los mantienen en comunicación. No hay fronteras. Quienes se sienten ofendidos se suman a la lucha no importa si están del otro lado del rio.
No sabemos como acabará esta historia, solo conocemos como acabaron otras similares a esta. Porque la historia es cíclica, los actores cambian, pero los hechos, los vicios y los excesos, no.
Siempre es la misma historia.