La otra cara de los ecocidios
¿Puedes respirar? Parece que inhalar y exhalar debería ser de forma natural. Pero para muchas personas en la ciudad no lo es y, probablemente, ni siquiera se hayan dado cuenta o no le den importancia, pero no respirar bien es señal de un cuerpo enfermo. Una de las causas radica en la contaminación del aire, la cual está vulnerando nuestra salud sin que se tomen medidas de reacción o prevención.
Uno de los factores que contribuyen a este problema es la ausencia de espacios verdes en la ciudad.
Indira Kempis¿Puedes respirar? Parece que inhalar y exhalar debería ser de forma natural. Pero para muchas personas en la ciudad no lo es y, probablemente, ni siquiera se hayan dado cuenta o no le den importancia, pero no respirar bien es señal de un cuerpo enfermo. Una de las causas radica en la contaminación del aire, la cual está vulnerando nuestra salud sin que se tomen medidas de reacción o prevención.
Uno de los factores que contribuyen a este problema es la ausencia de espacios verdes en la ciudad.
Hay algunas investigaciones, que a pesar de no ser recientes tampoco se alejan de la situación actual, como las presentadas en 2002 por el investigador Glafiro Alanís, que indican que la zona metropolitana de Monterrey enfrenta un severo déficit de metros cuadrados de áreas verdes, puesto que la mayoría de los municipios incumplen con la norma de la Organización Mundial de la Salud de contar con 9 metros cuadrados de áreas verdes por habitante.
Haz cuentas y verás que no salen ni siquiera con los esfuerzos de las grandes campañas de reforestación que se realizan en la ciudad.
Pero este problema no sólo tiene que ver con la salud de los ecosistemas o de nosotros. Está directamente relacionado con el comportamiento humano, por tanto, social.
De acuerdo a los investigadores Laura Vozmediano y César San Juan, en su libro –el cual te recomiendo leer- “Criminología ambiental. Ecología del delito y la Seguridad”, determinan una premisa que resulta interesante al argumentar que los individuos nos adaptamos al medioambiente y que el comportamiento delictivo, por tanto, está influenciado de forma significativa por el ambiente en el que se produce.
De tal manera, que una irresponsabilidad ecológica o errores en la creación de nuestro hábitat (diseño de la ciudad) significan la degradación de los ecosistemas, que repercute en las relaciones de convivencia y en el tejido social.
En el libro se cita una investigación hecha en 1942, cuyos hallazgos determinaron que la delincuencia está vinculada con la degradación del espacio.
Polly Higgins, una reconocida ecologista y abogada, propuso en 2002 a la Comisión de Derecho de las Naciones Unidas que no sólo se llevara a juicio a los individuos que comenten delitos contra la paz, como lo son el genocidio, los crímenes contra la humanidad, los de guerra y agresión que ya son considerados por la Corte Criminal Internacional, sino que también los ecocidios sean el quinto crimen para la paz. (Puedes buscar en el canal de YouTube de TEDxTalks algunos de sus argumentos).
Lo anterior significa que cada vez más investigaciones encuentran conexiones entre las causas y los efectos de la consumación de los actos violentos o delictivos.
Lo que nos ayuda a comprender que en tanto disminuya nuestra calidad de vida con basura, derramamiento de petróleo en los mares, tala indiscriminada de árboles y otras acciones del ser humano sobre nuestra tierra, estaremos provocando también nuestra violencia y delincuencia, esas otras formas perversas de autodestrucción que bien conocemos en Monterrey.
Por eso mismo, si algo no deja de asombrarme es que esto no lo estén previniendo las autoridades de Nuevo León que ceden los terrenos, ni los empresarios que están destinando recursos a dos proyectos viables (¡quién no quiere un estadio nuevo y un museo de béisbol!), pero que tienen, desde esta perspectiva, un gravísimo error: su ubicación.
Tanto el Parque La Pastora y el Parque Fundidora, son áreas destinadas por vocación natural para miles de árboles.
Entonces, es altamente probable, que nosotros paguemos los costos no sólo en salud, sino en comportamientos violentos y delictivos.
Ahí te encargo que vuelvas a leer esta columna en algunos años.
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