La paradoja Greenspan

Es hora de hablar de los errores de Alan. Es decir, de Alan Greenspan, cuyo nuevo libro: “The Map and the Territory: Risk, Human Nature and the Future of Forecasting” (El mapa y el territorio: Riesgos, naturaleza humana y futuro de los pronósticos), acaba de aparecer. 

Provee de una nueva oportunidad para que los críticos ataquen al expresidente de la Junta de la Reserva Federal (1987-2006).  He aquí algunas muestras.

Robert Samuelson Robert Samuelson Publicado el
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Es hora de hablar de los errores de Alan. Es decir, de Alan Greenspan, cuyo nuevo libro: “The Map and the Territory: Risk, Human Nature and the Future of Forecasting” (El mapa y el territorio: Riesgos, naturaleza humana y futuro de los pronósticos), acaba de aparecer. 

Provee de una nueva oportunidad para que los críticos ataquen al expresidente de la Junta de la Reserva Federal (1987-2006).  He aquí algunas muestras.

Steven Pearlstein, columnista del Washington Post galardonado con el Premio Pulitzer (en la crítica del libro): “Como Fred Astaire en la pista de baile, Greenspan se desliza por la lista (de causas de la crisis financiera) sin dar el menor indicio de que él tuviera nada que ver con (ellas).”

Paul Krugman, columnista del New York Times y economista galardonado con el Premio Nobel (en su blog): “La cuestión es que Greenspan no solo está siendo un mal economista, está siendo una mala persona, que se niega a aceptar la responsabilidad de sus errores… Y aún anda por ahí, haciendo todo lo posible para convertir el mundo en un lugar peor”.

Brad DeLong, de la Universidad de California en Berkeley (en su blog): “No sé cuál es el mapa que tiene Alan Greenspan, ni qué territorio está tratando de cubrir, pero a mí me parece que está perdido”.

Fuertes críticas. Ahora, lean algunos comentarios alrededor del momento de la jubilación de Greenspan, en 2006.

Los economistas Alan Blinder, exvicepresidente de la Fed y Ricardo Reis (en un estudio de 2005): “Creemos que puede adjudicársele legítimamente (el título) de mejor banquero que jamás haya existido. Su gestión… ha sido notable, abarcadora y abrumadoramente beneficiosa para la nación.” (Más tarde Blinder escribió un libro sobre la crisis financiera que eliminó esos efusivos elogios.)

El difunto economista Milton Friedman, galardonado con el Premio Nobel, en el Wall Street Journal en 2006: “Su gestión ha sido realmente notable. No hay ningún otro periodo de esa misma extensión en que el Sistema de la Reserva Federal se haya desempeñado tan bien.”

El economista DeLong (en una crítica de 2007 del primer libro de Greenspan): Greenspan ha tenido “una actuación asombrosa… Sin duda es mucho mejor de la que podrían haber tenido la mayoría de los economistas que conozco.” (Es encomiable que DeLong se refiriera a esta crítica favorable cuando publicó su reciente crítica negativa).

¿Quién es el verdadero Greenspan?

Tras cada crisis, hay una búsqueda de culpables. Greenspan era un blanco tentador, porque su reputación era gigantesca. 

Es de comprender que ahora se diga que su legado esté manchado. Pero ni críticos ni defensores reconocen la fuente real del fracaso: Tuvo demasiado éxito. 

Greenspan presidió durante casi dos décadas de prosperidad, con solo dos recesiones históricamente breves y suaves en 1990-91 y 2001. 

Las amenazas serias para la economía (la caída del mercado de valores de 1987, la crisis financiera asiática de 1997-98, la burbuja de las punto.com, el 11/9) fueron disipadas. 

Los generosos elogios fueron un reflejo de la creencia de que los hábiles cambios de Greenspan en las tasas de interés y sus intervenciones en las crisis estabilizaron la economía sin alimentar nuevamente la inflación. 

Para principios de 2000, esa convicción estaba generalizada. Se podía alcanzar una prosperidad más plácida. 

Los economistas la llamaron la Gran Moderación. Greenspan fue su principal arquitecto. 

“Con respecto a la política monetaria, la continuidad con las normas y estrategias de la Fed de Greenspan será mi máxima prioridad,” declaró Ben Bernanke, sucesor de Greenspan, en su audiencia de confirmación en el Senado, a fines de 2005. Eso es lo que la gente quería oír. 

Pero había un inconveniente no reconocido: con una economía de menos riesgo, la gente, propietarios de viviendas, banqueros, administradores de inversiones, concluyó que podía hacer cosas que en otra época se consideraban más arriesgadas. 

Los consumidores podían obtener más créditos porque la estabilidad económica realzaba su capacidad de pagarlos.

Las hipotecas para viviendas “de alto riesgo” concedidas a prestatarios más débiles se volvieron más seguras por considerarse que los precios de las viviendas seguirían subiendo.

Los bancos y bancos de inversiones podían asumir más deudas, porque los mercados financieros estaban más calmados. De ahí, la Paradoja Greenspan: La creencia en un riesgo menor creó más riesgos. 

El resto es historia

Los críticos de Greenspan cuentan otra historia. La “desregulación” defendida por Greenspan, es su villano. 

Una supervisión competente podría haber reducido los excesos peligrosos. 

La realidad es más confusa. Muchas de las instituciones que sufrieron, bancos, bancos de inversión, estaban regulados. 

Pero los reguladores compartían el optimismo general con respecto a la transformación de la economía. La complacencia hizo que las regulaciones fueran permisivas. 

La Gran Moderación produjo la crisis financiera y la Gran Recesión. Ésa es la principal lección en este asunto, perturbadora y en gran medida no examinada. 

Casi todo el mundo desea la prosperidad. El santo grial de la “macroeconomía” (el estudio de la economía general) es minimizar o eliminar los ciclos comerciales. 

Pero el exceso de prosperidad durante mucho tiempo alimenta las condiciones que llevan no a recesiones rutinarias, sino a derrumbes. 

En su libro, Greenspan hace una breve alusión a ese aspecto: “La larga estabilidad económica es precisamente la yesca que enciende las burbujas.” Después abandona el asunto. Es una lástima.

Las contradicciones siguen existiendo. ¿Cómo reconciliar el deseo de una prosperidad perpetua con la amenaza paralela de la calamidad económica? ¿Pueden los brotes de una modesta inestabilidad proteger contra las instancias raras, pero devastadoras, de una inestabilidad masiva? 

¿Con cuánta agresividad debe intervenir la Fed para impedir recesiones corrientes o revertirlas una vez que se han iniciado? No existen respuestas obvias, pero alguien debería formular esas preguntas. 

The Washington Post Writers Group

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