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La ‘pastilla’ para el cáncer

No hay amigo colombiano que, ante la explicación de la experiencia de Medellín, que se está haciendo desde hace varios años vertiginosamente famosa por su propia transformación, no coincida en que la reivindicación de lo público es una de las prioridades en nuestras ciudades latinoamericanas. 

Eso que se supone debería ser lo común y para todos y que, ante nuestra historia errática, vamos dejándolo a la arbitrariedad de quienes pueden comprarlo a cualquier precio.

No hay amigo colombiano que, ante la explicación de la experiencia de Medellín, que se está haciendo desde hace varios años vertiginosamente famosa por su propia transformación, no coincida en que la reivindicación de lo público es una de las prioridades en nuestras ciudades latinoamericanas. 

Eso que se supone debería ser lo común y para todos y que, ante nuestra historia errática, vamos dejándolo a la arbitrariedad de quienes pueden comprarlo a cualquier precio.

La mayor parte de mis amigos colombianos cuentan la narrativa de cambio que se vivió hace casi 20 años en su ciudad y que no fue fortuita, ni casual, sino resultado de un contexto socio histórico que abrió las posibilidades a otra manera de resolver los problemas, no de la política, sino de lo público. Paréntesis: Encuentra las diferencias porque no son la misma cosa. 

Seguimos.

Pero eso suena muy romántico –que tampoco tiene nada de malo, de hecho Sergio Fajardo se declara como un romántico- si no se genera evidencia del compromiso. Pero más allá de esto último, sino se demuestra con la capacidad de gobernar, administrar y gestionar. Tampoco son la misma cosa. 

Algunos académicos coinciden que después de varios intentos fallidos, cuando Sergio Fajardo ganó la elección como alcalde de Medellín, la mayoría de los votos fueron de opinión. Es decir, más que simpatías con publicidad barata, el equipo del profesor de matemáticas fue capaz de generar un debate para abrir alternativas. Esa posibilidad de que la gente no sólo vea a sus políticos como “merolicos”, sino con capacidades intelectuales, gerenciales y éticas para gobernar. 

Además de esto, varios participantes de “Compromiso Ciudadano” que llegaron a la función pública coinciden en el trabajo arduo que significó ganarse esa confianza. Jorge Melguizo, exdirector del Instituto de Cultura Ciudadana, admite que desde las 5:00 de la mañana, hasta que ya no había nadie en su edificio, trabajaba. 

Otros también insisten en que el proyecto no era de una sola persona, aunque su “barco” lo dirigía Fajardo. En realidad era un proyecto de ciudad compartido hasta con los que no coincidían, pero no en la forma hipócrita en la que estamos acostumbrados, sino en la generación del debate constante para la toma de decisiones comunes. 

Estos detalles, aunque pequeños, son reveladores, sobre todo cuando estamos acostumbrados a sobre dimensionar estos casos y en donde algunos incluso hablan de “modelos” y de “réplicas”. 

Cuando desde hace muchos años esas palabras se quedaron en el tintero porque ni siquiera se intentaron o porque se demostró que no servían o, simplemente, porque los cambios actualmente tienen periodos más cortos de tiempo. 

Alterar el estatus quo va más allá de hacer un logo bonito, un slogan pegajoso y salir en el periódico. Eso es lo que mis maestros colombianos me han enseñado con su experiencia. Si nos concentramos demasiado en el resultado es poco probable que realmente encontremos resultados. Si nos obsesionamos con las fórmulas, las “varitas mágicas”, los caudillismos populistas en donde de “él o ella o ellos” depende la solución”, en realidad nos estamos dando más atole con el dedo del que de por sí hemos tenido por décadas. Si no somos capaces de darnos cuenta que para la transformación de una ciudad se requiere no sólo de intención y opinión, sino de trabajo arduo, entonces nos quedaremos soñando y generando falsas expectativas.  Si no somos capaces de atrevernos a tener errores, entonces seguiremos con miedo. 

Y lo anterior es lo que le ha estorbado a Monterrey para generar creatividad en los procesos de resolución de problemas de lo público. En una ciudad donde sólo las cúpulas de poder (incluyendo la de los activistas y organizaciones de la sociedad civil) sólo hablan entre ellos. 

Por eso mismo, hace falta mucho más que un modelo con réplica, más bien esos procesos en donde se enfrenta el conflicto, se asume con responsabilidad las consecuencias, y se es capaz de crear desde lo propio y acompañado, soluciones para los problemas de lo público (que nunca terminarán) mucho más asertivas y objetivas que la “pastilla” para el cáncer. [email protected]

@inkempis

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