El verano se termina, pero la primavera sigue.
En vísperas de que se cumpla el tercer mes de la visita de EPN a la Ibero, y lo que implicó: la protesta estudiantil y las declaraciones de Pedro Joaquín Coldwell en Ibero 90.9; el video “131 Alumnos de la Ibero responden” y el nacimiento del movimiento #YoSoy132; la organización del primer debate presidencial, y en Guadalajara, para gobernador, por parte de la sociedad civil, y las protestas, a manera de festivales de arte, ante Televisa, ese sol oscuro y cegador; regresamos, al menos quienes estuvimos presentes ese 11 de mayo y somos capaces de confirmar las teorías de EPN y el baño del segundo piso del edifico Q, de alguna manera al mismo punto: a la universidad.
El 132 es y ha sido en términos generales,un movimiento juvenil, en donde una gran parte de sus miembros somos estudiantes; en esencia clasemedieros y renuentes a la falta de criterio en términos de aplicación de reglas.
Sin embargo, en el auge de lo diverso, y en la urgencia de la reivindicación de la lucha social, el 132 ha cobijado y revivido a varios grupos en lucha con una convicción de solidaridad. No en un sentido de unión por unión, sino en uno de suma de fuerzas, pero no de ideologías; de cultura a final de cuentas.
Y en ese sentido, la cultura 132 ya no solo la practican los estudiantes sino también los electricistas y los macheteros y los aspirantes a una educación superior que les ha sido negada.
Todos ellos luchando por un México mejor: no diferente, no raíz de un cambio verdadero: simplemente mejor.
La lucha, entonces, es desde puntos de vista muy particulares: unos lucharán para recuperar su trabajo, mientras que otros lo harán para evitar los actos de violencia en sus lugares, e incluso para encontrar un hueco en un sistema de educación que se cae a pedazos.
Los grupos estudiantiles del 132, esos que en su momento fueran llamados “acarreados” y “fascistas”, se encuentran de pronto con el vaticinio claro de algunos medios y líderes de opinión: ¿qué harán los estudiantes cuando termine el verano?
A partir del próximo lunes, los estudiantes regresarán a ser estudiantes y, desde la visión muy pragmática, casi monocromática de los mencionados medios y líderes, esos mismos estudiantes solo deberán de concentrarse en serlo, incurriendo en una superioridad moral que supone que cualquier acto que no entre dentro de los estándares de lo que significa ser estudiante, es objeto innegable de adjetivos (des)calificativos, ignorando quizás que el 132, al igual que todos los movimientos sociales, se mide en escala de grises: no hay algo que sea muy blanco ni muy negro.
Y que en ese sentido los estudiantes son tal, no porque solo se dediquen a estudiar, sino porque además luchan por su país. Son universitarios en todo el sentido de la palabra: críticos y reflexivos, retadores y propositivos.
El regreso a la universidad no supone un freno hacia los motivos de los estudiantes 132, sino en todo caso, un motor, un impulso que solo generará más foros de discusión y reflexión a partir de sí mismos.
No es ninguna coincidencia que el Consejo de Reflexión de Más de 131 convoque al Foro Rizoma, el próximo 8 de agosto, en donde se hablará con Diego Valadés sobre la necesidad de una nueva constitución en México; única que, por cierto, surgiría sin ser el resultado de una guerra.