La quiebra católica
En Piccadilly, en el corazón mismo de la ciudad, se encuentran iglesias, antes dedicadas a la búsqueda suplicante de la divinidad, para descubrir que después de haber sido bibliotecas, en la actualidad se han convertido en bares muy concurridos por los londinenses.
Francisco Martín MorenoEn Piccadilly, en el corazón mismo de la ciudad, se encuentran iglesias, antes dedicadas a la búsqueda suplicante de la divinidad, para descubrir que después de haber sido bibliotecas, en la actualidad se han convertido en bares muy concurridos por los londinenses.
Resulta curioso ingresar en estos, otrora refugios espirituales de los feligreses, en donde se postraban de rodillas en busca de consuelo, para encontrar que donde antes se hallaba el altar desde el que se oficiaba la misa, hoy se encuentra decorado por más de 400 diferentes marcas de whiskys producidos en el Reino Unido.
En Francia se localizan innumerables templos católicos en los que, fundamentalmente en las noches, se puede asistir a conciertos y recitales. Estas iglesias se sostienen gracias al cobro de los boletos de entrada, así como a la venta de discos de los autores que realizan ahí sus interpretaciones.
En otros templos, si bien es cierto que se advierte una gran concurrencia de personas, esto se debe a la visita de cientos de miles de turistas deseosos de retratar construcciones góticas que hacen las veces de museos conocidos en todo el mundo.
La inmensa mayoría de los visitantes no asisten a dichos centros de peregrinaje católico para satisfacer necesidades espirituales, sino para dejar su tarjeta de visita turística que no necesariamente implica la captación de ingresos. En muchas de estas catedrales se empieza a cobrar la entrada, salvo que se trate de ingresar para cumplir con las obligaciones religiosas, caso en el que se les aparta a los creyentes, sin tener acceso a la majestuosidad de las construcciones reservada para la catarata de visitantes.
La quiebra financiera, entonces, es evidente ante la ausencia multitudinaria de creyentes, según ocurre igualmente en la propia iglesia latinoamericana, agredida comercialmente por sectas o corrientes protestantes convencidas de la ineficiencia espiritual y material católicas. Las limosnas de los fieles van a dar a “cajas de reptiles”, razón de más para apartarse de una institución corrupta.
La Iglesia Católica se ha hecho un daño profundo e irreparable, desde que ha ocultado delitos imperdonables de sacerdotes, obispos y cardenales, que se han aprovechado de la inocencia de menores de edad. Millones de fieles han caído sepultados en el escepticismo por la putrefacción moral de su Iglesia y por la exhibición de diversos crímenes y asesinatos, como el Papa Juan Pablo I y de la revelación de delitos financieros en el Banco Ambrosiano.
Quien realmente sostiene al Vaticano son las gigantescas remesas de dinero enviadas de América Latina, todavía saturada de creyentes mayoritariamente ignorantes y hundidos en la miseria material e intelectual, el mercado espiritual idóneo para la expansión del catolicismo salvaje. El Papa Francisco viene a visitar los países del cono sur para evitar la ruina financiera de su Iglesia. ¿Cuándo veremos en México una Iglesia Católica convertida en bar, con el conocimiento y consentimiento del clero, desesperado ante la quiebra de sus finanzas? He ahí solo una muestra evidente de las distancias insalvables que espiritualmente nos separan de la Europa moderna.