La Reforma Espiritual

México ha venido ejecutando un conjunto de reformas estructurales entre las que se encuentra pendiente, justo es confesarlo, la tributaria. Sin embargo, con respecto a la modernización espiritual de México, el clero católico, la institución más retardataria de nuestra sociedad, se niega a actualizarse de acuerdo a la evolución natural de toda comunidad. 

Se impone en México una revolución espiritual orientada, entre otros objetivos, a la generación de riqueza para ayudar a elevar a nuestros compatriotas a la altura de la dignidad del hombre. 

Francisco Martín Moreno Francisco Martín Moreno Publicado el
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México ha venido ejecutando un conjunto de reformas estructurales entre las que se encuentra pendiente, justo es confesarlo, la tributaria. Sin embargo, con respecto a la modernización espiritual de México, el clero católico, la institución más retardataria de nuestra sociedad, se niega a actualizarse de acuerdo a la evolución natural de toda comunidad. 

Se impone en México una revolución espiritual orientada, entre otros objetivos, a la generación de riqueza para ayudar a elevar a nuestros compatriotas a la altura de la dignidad del hombre. 

México se desarrolló sin poder respirar los vientos renovadores de la Reforma religiosa europea del siglo 16 y en segundo lugar, los de la Ilustración, dos pérdidas en nuestra formación filosófica, política y moral de particular importancia. 

El clero católico mexicano permanece sepultado en el oscurantismo y continúa proponiendo desde los púlpitos principios indigeribles, como los siguientes, para insistir en el desplome de la dinámica nacional: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de los cielos….” Una ofensa a la inteligencia nacional, un lucro doloso apoyado en nuestra ignorancia y en nuestros miedos atávicos. “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra; bienaventurados sean los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados; bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados…” ¡Ja…! ¿Quién les dará la tierra, los saciará, los consolará o los habrá consolado…? ¿Quién…? ¿Cuándo? Patrañas y solo patrañas de los ensotanados históricamente defensores a ultranza de la ignorancia.

¿A dónde va un país que identifica el origen de la injusticia, de la pobreza y de la insalubridad y se resigna rezando para ganarse supuestamente una paz eterna? Es imperativo despertar de este sueño narcotizado y convencernos de las infamias del conformismo. Si el ocio fuera un pecado capital en México, si la miseria fuera una causal de excomunión, tendríamos otro país. ¿Por qué no incorporar el ocio y la pobreza como pecados capitales? Si la iglesia los incluyera como pecados mortales el hemisferio sur daría un viraje radical sin precedentes en la historia universal. Bien sabe la iglesia que cuando se han resuelto las necesidades materiales hay menos razones para elevar plegarias y en consecuencia menos motivos para asistir a la iglesia y por lo tanto menos posibilidades de recaudación durante las misas dominicales. ¡Quien muera en la miseria se condena! ¡Quien no haga el esfuerzo personal para el sostenimiento decoroso de sus hijos se eternizará en el infierno! ¡Quien tenga hijos que no pueda sostener se le identificará sentado a un lado del mismísimo satanás!

El clero católico debe modernizarse y estimular la superación material del hombre, sin perder de vista que la explosión demográfica puede terminar con el género humano: baste aceptar que en 25 años se duplicará la población mundial y que dentro de este contexto la adopción de tesis contrarias al control de la natalidad están en el fondo reñidas con el amor al prójimo que propuso Jesús.

En una doctrina eclesiástica moderna, en una reforma espiritual integral descansa una gran posibilidad de aumentar la renta nacional y con ella estimular la reconciliación entre todos nosotros.

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