Escribo desde la Ciudad de México. Me encuentro rodeada de funcionarios públicos de la Subsecretaría de Participación Ciudadana y Prevención del Delito, integrantes de USAID -organización del Gobierno de los Estados Unidos- y de jóvenes que son parte de proyectos, colectivos u organizaciones en sus localidades para la prevención social de las violencias y la delincuencia.
Estamos en un taller para redefinir una red juvenil de la cual soy parte: VIRAL.
Y, ¿eso que tiene de importante? Bueno, quiero contarles una historia.
Hace aproximadamente tres años conocí a la doctora Eunice Rendón en un desayuno.
Se presentó porque me consideraban candidata para hablar en representación de los jóvenes de Nuevo León en un foro con el ex presidente Felipe Calderón.
Era una especie de entrevista que se convirtió en una conversación muy larga sobre qué estaba ocurriendo en la ciudad.
Al final ese foro nunca ocurrió y Eunice en estos años me ha demostrado que existen funcionarios públicos realmente comprometidos con la paz, porque se dio a la tarea de localizar a más jóvenes con igual compromiso.
Tiempo después, ya casi al final del sexenio, se me eligió para participar en un Foro de jóvenes que trabajan en prevención social de la violencia y la delincuencia.
Escribí de hecho una columna al respecto. En esa ocasión, sentí un primer esbozo de esperanza. Sabía, que en medio de esa guerra, hay otras personas en el país que ocupan su tiempo, dinero y esfuerzo, en solucionar un problema público que hasta la fecha sigue lacerando a México, ya sea con sus consecuencias, o con sus nuevos retos.
Pero la pregunta sigue latente durante todo este tiempo, ¿cómo involucramos a nuestros jóvenes a ser parte de la solución compleja de la seguridad?, ¿qué incentivos necesitan los jóvenes para incidir?, ¿cómo fortalecemos a las iniciativas que ya están puestas en práctica, ¿cómo trabajar en red?
Son preguntas que en esta semana estamos intentando resolver a partir de la redefinición de la Red VIRAL, la cual es una red que se formó después de ese foro y que representa también un reto de proveer de herramientas para trabajo colaborativo de jóvenes en el país.
Sobre todo, porque jóvenes no dejarán de existir, porque necesitamos alternativas que rompan la tradición de la forma en cómo se trabaja con ellos a partir de esa relación gobierno y ciudadanía que ha estado tan lastimada también por otros factores.
Pero sobre todo, porque los jóvenes deben dejar de ser actores efímeros para convertirse en protagonistas de procesos de cambio desde cualquier “trinchera”.
Repensar y plantearnos un núcleo positivo es importante para dar pasos en el largo plazo para las acciones y las políticas públicas de seguridad, a partir de las necesidades de las juventudes que no sobra mencionar han sido el foco de las violencias y los delitos en los últimos años.
Necesitamos alternativas, sin duda, que nos permitan la creación y la resiliencia.
Pero mientras nosotros concertamos ideas para respondernos esas preguntas encerrados durante tres días, hay algo que me permito agradecer mediante este texto y que es el mejor regalo de cumpleaños, además, este día de este año: estar rodeada, en realidad, de gente con el espíritu enfocado en hacer de este hermoso país uno en donde la paz -no esa de respuesta corta en concurso de belleza, sino la que se hace- sea una revolución de la esperanza que necesitamos para la calidad de nuestra vida, la dignidad de la misma y la corresponsabilidad en el respeto de nuestros derechos.