Mientras la crisis de moda en el mundo financiero se llama Grecia, en China se está cuajando una la verdadera epopeya que debería de aclamar nuestra atención.
En el último año, el mercado accionario de Shanghái vivió un verdadero “Rally Chino”, teniendo un un incremento del 143 por ciento en el valor de sus acciones. Para dimensionar, el Dow Jones ha aumentado un 5 por ciento en el mismo tiempo. En las últimas tres semanas, se ha desvanecido 30% de este valor, o $3 billones de dólares; equivalente al PIB de Alemania. ¿Cómo explicar este subi-baja chino? En principio, el intrépido aumento fue halagado por el gobierno mandarín como una muestra de su solidez institucional; pero causó harto escepticismo en el universo financiero.
¿Cómo es que todas las empresas que tuvieron su IPO en el último año crecían un 75 por ciento de valor en sus primeros días de ser ofrecidas?
La falta de estadísticas confiables hacen el entender este asunto financiero el tener que tomar premisas incómodas. Si le confiamos a las cifras del gobierno chino, la mayoría del dinero en su mercado proviene no de bancos o de accionistas privados, sino de un pequeño número de multimillonarios, de inversionistas extranjeros, y dinero prestado. Este último, llamado “margin financing”, es el principal sospechoso de la precipitosa baja de la acción.
El gran aumento de inversionistas media-claseros, financiados con deuda, en el mercado accionario ha impulsado esta burbuja. Ante la falta de oportunidades foráneas de inversión, y la carencia de bienes privados en qué invertir, el mercado accionario sirve como una apuesta ciega para dobletear la herencia familiar, o perderla.
Ante la crisis especulativa a la baja, el gobierno chino impuso medidas para detener la caída actual. Mil de las tres mil compañías en el índice de Shenzhen han suspendido su actividad en el mercado, y el gobierno ha empezado a usar sus bancos para recomprar acciones.
Este tipo de intervenciones gubernamentales solo impulsan en mayor medida las carencias estructurales existentes en su mercado. Al impulsar compras gubernamentales para evitar el reacomodo natural de precios en el mercado, solo se está tratando de parchar rápidamente una burbuja financiera sin bases sólidas de valor.
Para lo que será la primera economía del mundo, todavía tiene mucho que trabajar para solidificar sus instituciones financieras. El control de la tasa de cambio del renminbi, su política monetaria intervencionista, y la falta de transparencia financiera son todavía temas críticos que el gobierno chino ha podido sesgar a su favor.
Puede que en algunos años las grandes inversiones en el mundo se hagan en Mandarín, pero para que derroquen el liderazgo del dólar, falta que reestructuren su fundación financiera. Tal fundación ha beneficiado enormemente al Politburó chino. Tomará un cambio en su estrategia geopolítica, macroeconómica y social para verdaderamente tomar la batuta como líder indiscutible del planeta.