La verdad nunca se sabe
En América Latina la realidad pareciera la copia más fiel de la ficción, quizás porque la ficción en sí misma ha sido impuesta como realidad, ambas viven de una intricada y sutil, hay veces perversa, retroalimentación.
Emilio LezamaEn América Latina la realidad pareciera la copia más fiel de la ficción, quizás porque la ficción en sí misma ha sido impuesta como realidad, ambas viven de una intricada y sutil, hay veces perversa, retroalimentación.
Algo debe tener este fenómeno con la desvalorización de la verdad y la celebración de la mentira que son tan usuales en países como México. Si Televisa, si Presidencia, si las casas encuestadoras mienten, si en sus discursos y prácticas de vida prevalecen la mentira y la simulación, el costo es nulo y el beneficio alto. Porque parece mentira, en México, la verdad nunca se sabe.
En su columna del 23 de enero de 2011, Miguel Ángel Granados Chapa reveló información que involucraba a Televisa y Iusacell en una fusión comercial. No era un hecho irrelevante, sino la encarnación más fidedigna de ese juego de mentiras de los que está llena la vida pública de México.
La información que Granados Chapa publicó en su famosa columna Plaza Pública mostraba fehacientemente que los supuestos competidores en televisión iban a ser aliados en telefonía. De manera inmediata Grupo Salinas y Grupo Televisa desmintieron la columna de Granados Chapa de manera categórica y hasta violenta. Desacreditaron a Granados Chapa y pusieron en tela de juicio el rigor periodístico de uno de los comunicadores más serios del país.
Para las partes afectadas por el artículo de Granados Chapa, el texto se trataba de “un desafortunado artículo que no cuenta con el mínimo rigor periodístico”. El editorialista se vio obligado a extender una disculpa por publicar información que según Televisa era falsa. Meses después, la fusión entre Iusacell y Televisa se volvió una realidad, no obstante, nadie obligó, ni tan sólo insinuó que el Grupo Salinas y Televisa le debían una disculpa al periodista o a su familia.
Algo similar ocurre en el caso de MVS. En febrero de 2011 de manera sorpresiva la empresa MVS decidió despedir a la periodista Carmen Aristegui. Según la versión de Aristegui, su despido se debía a presiones del gobierno de Calderón. Ante esas declaraciones MVS guardó un silencio cómplice mientras que el gobierno federal negó las acusaciones categóricamente.
Como en el caso de Miguel Ángel Granados Chapa, los grupos de poder más importantes del país acusaron a Aristegui de estar mintiendo al aludir a presiones federales como causa de su salida de MVS. La semana pasada Joaquín Vargas, presidente de la empresa, aceptó públicamente haber recibido presiones de Javier Lozano para correr a la periodista a cambio de recibir la concesión de la banda 2.5ghz.
Se trata nuevamente de un caso revelador de cómo funcionan y entrelazan, a veces sutilmente, a veces coaligados sin mayor pudor, los intereses económicos y políticos en nuestro país. Se trata también de un indicador de la endeble libertad de expresión que existe en México. Pero finalmente, las declaraciones de Vargas parecen dejar en claro algo aún más importante, como Granados Chapa, Aristegui decía la verdad cuando explicó su despido, y esa verdad solo obtiene significación cuando es útil para los poderes fácticos. Si no ¿por qué hasta ahora ha salido a la luz?