La paridad política, el discurso de Emma Watson, la disputa electoral de las dos mujeres brasileñas por la Presidencia de Brasil, la pasarela de la última colección de Karl Lagereld en homenaje a su madre feminista…
Tal parece que el “péndulo” de la historia, o los resultados, de las luchas por los derechos de las mujeres, la crisis económica, o todo eso junto, está haciendo el camino en el que somos más visibles.
El viernes pasado me encontré con Daniela González. Ella es una emprendedora que ha encontrado en su proyecto Epic Queen (www.epicqueen.com) un medio para empoderar a otras mujeres en el ámbito de la tecnología, compartiendo, principalmente, sus experiencias.
En ese café en donde ambas estábamos sorprendidas de nuestras historias, coincidimos que a pesar de esta “revolución” que no nos ha pertenecido en todas las épocas, a nuestra generación comienza a hacernos sentido.
Ella, con franqueza me pregunta si me he percatado del machismo en mi vida.
Con la misma franqueza le contesto que no ha sido completamente tangible en mi caso, porque me formé con una madre feminista y un padre feminista.
De hecho, recuerdo que mi padre quería que estudiara Judo en vez de Ballet y me incitó a interesarme en las matemáticas sobre la cocina.
Con esos detalles y otros, estoy convencida que eso cambia la percepción de cualquier ser humano en desarrollo sobre su relación con los demás, ya sea que esos “demás” se asuman como hombres o mujeres.
Sin embargo, entiendo que son excepciones a una regla que parece constante en la mayoría de los casos.
Lo mencionamos también en la conversación: tan sólo hay que darse cuenta cómo tratamos a las mujeres exitosas, creyéndolas no merecedoras de los resultados de su trabajo, sino producto de una relación fortuita de hechos.
Si se acostó con alguien, si se ganó la “compasión” de alguien –normalmente un hombre-, si es “media tonta” y le “dieron por su lado”. Un sinfín de etiquetas que limitan lo que pensamos, incluso de nosotras mismas.
Daniela, por su parte, me cuenta de sus malabares dentro del mundo de la tecnología.
Pese a que las cosas han cambiado, seguimos teniendo reacciones de incredulidad.
Esa fue una de las razones por las que estas socias decidieron hacerlas visibles.
“El motivo principal por el que desarrollamos la plataforma fue porque nos dimos cuenta que existen pocas mujeres emprendiendo en la tecnología y que están en empresas de tecnología… Hacer visibles a las mujeres que ya están dentro del ecosistema tecnológico, inspirando, empoderando y acercando a las que todavía no son parte”.
Me queda claro que si algo tienen las nuevas generaciones, es una apertura a la información en el mundo que puede causar empatía sobre quienes no han sido protagonistas de sus historias, o bien, defensoras de sus propios derechos.
Aunque falta por hacer para formarnos como una sociedad que vive la equidad de género, también lo es que estos proyectos acaban siendo la referencia para un feminismo que va más allá de la pancarta y comienza a instalarse en forma de vida que incide en la percepción, que impacta en las comunidades y que va rompiendo las barreras del “porque soy hombre” o “porque soy mujer”.
Jóvenes como Daniela se motivan a diario en otras mujeres buscando la solidaridad, la visibilidad y la trascendencia.
“Sabemos que las mujeres pueden ser emprendedoras globales de alto impacto, que comprenden que la tecnología es un medio para compartir conocimiento y, sobre todo, creemos que nosotras sí podemos ser las líderes de nuestras propias empresas”.
Independientemente de si esto es feminismo, o no, –que hay quienes han entrado a ese debate- con esa determinación tenemos una proyección de que no es “moda”. Llegó para quedarse.