Las viejas recetas del fracaso
Hemos vivido la desastrosa experiencia del control de cambios y a pocos debe escapar que medidas de esta naturaleza provocan una pavorosa fuga de capitales, crean un mercado negro que estimula la devaluación de la moneda que se pretende proteger y ocasiona el desabasto de bienes de consumo con las evidentes consecuencias sociales.
Francisco Martín MorenoHemos vivido la desastrosa experiencia del control de cambios y a pocos debe escapar que medidas de esta naturaleza provocan una pavorosa fuga de capitales, crean un mercado negro que estimula la devaluación de la moneda que se pretende proteger y ocasiona el desabasto de bienes de consumo con las evidentes consecuencias sociales. De sobra se conoce que cuando se intenta financiar el gasto público mediante la emisión de billetes impresos en las máquinas de los bancos centrales, se produce una espiral inflacionaria que destruye las menguadas finanzas de quienes menos tienen, entre otros daños de similar cuantía. La experiencia ha demostrado hasta el cansancio que cuando se comienza con una política expropiatoria en el sector empresarial, se cancela la inversión privada, se dejan de crear fuentes de trabajo y se inicia una hemorragia financiera que se comprueba al identificar los anaqueles vacíos de los centros comerciales, entre otros efectos sociales no menos delicados.
Una nutrida mayoría de políticos mexicanos, me atrevo a afirmarlo, ya aprendió que cuando los salarios suben por la escalera, los precios suben por el elevador, es decir, los decretos que establecían los aumentos de sueldos de emergencia, al final, por medio de una carestía desbocada, destruían el bolsillo de quienes se quería ayudar. Como lo sostuvo el presidente Lula, no se trata de quitarle a los ricos, sino de crear empleos y riqueza entre quienes carecen de ella para incrementar su capacidad de consumo y estimular el aparato productivo. Hollande habla de generar riqueza en Francia y empieza por crear un impuesto del 75 por ciento a las utilidades de los millonarios, quienes sacan sus ahorros para enriquecer a otros países…
Hoy se sabe que unas empresas fuertes generan abundantes utilidades y éstas constituyen el principio de un fisco fuerte y que un fisco fuerte resuelve con más eficiencia las carencias de los desposeídos y viceversa. En la actualidad ya se entiende que no es congruente defender a la democracia en discursos electorales y en la práctica atacarla a través de la instrumentación de principios económicos que tarde o temprano acabarán con las esperanzas de los marginados orillándolos a propalar un nuevo incendio de la nación. Es difícil ignorar a estas alturas que las así llamadas “empresas estratégicas” como Pemex y CFE, están quebradas de punta a punta y hacen agua a babor, estribor, proa y popa por diferentes razones, entre otras, la incapacidad del gobierno en convertirse en empresario.
México no puede volver a ser gobernado por personajes que pretenden hacerlo sacando viejas recetas caducas del bote de la basura, ya sea que intenten lograrlo por ignorancia o mala fe o ambas juntas. Las recetas del éxito para rescatar a millones de personas de la miseria está a la vista, para quien quiera verlas, en Brasil, en la China “comunista” o en la India.
¡Cuidado con el regreso de los emisarios del pasado!