Liderazgo colectivo
Desde que hemos vivido en Monterrey la crisis de inseguridad, he escuchado en repetidas ocasiones la misma frase: “faltan líderes”.
De un tiempo para acá, de hecho, parece una búsqueda desesperada –al punto de llegar al afán mediático- entre las organizaciones de la sociedad civil, las comunidades empresariales o los políticos.
Cursos, talleres, formación de redes profesionales, campañas motivacionales de ocasión, cazadores de talento, entre otras estrategias, abundan en la ciudad.
Indira KempisDesde que hemos vivido en Monterrey la crisis de inseguridad, he escuchado en repetidas ocasiones la misma frase: “faltan líderes”.
De un tiempo para acá, de hecho, parece una búsqueda desesperada –al punto de llegar al afán mediático- entre las organizaciones de la sociedad civil, las comunidades empresariales o los políticos.
Cursos, talleres, formación de redes profesionales, campañas motivacionales de ocasión, cazadores de talento, entre otras estrategias, abundan en la ciudad.
El miércoles pasado asistí a la ceremonia del galardón “Sé Líder” al liderazgo social, el cual fue entregado a Ernesto Canales, Presidente y Fundador de RENACE ABP.
Haciendo una reflexión sobre los merecedores de este reconocimiento de todos estos años, me dí cuenta que existen personas a las que se les atribuye ese liderazgo no solamente porque han hecho visible un problema, sino porque han sido pioneros de la innovación social para solucionarlo.
Algo más tienen en común: comparten su liderazgo con sus comunidades.
Esa es una de las miopías que aún no ve el incipiente “mercado social” que se ha formado a partir de la crisis.
Que los hombres y mujeres que han hecho las innovaciones sociales más importantes de los últimos tiempos dejaron atrás un afán de liderazgo personal para convertirlo en uno colectivo y compartido.
Que si realmente queremos transformar nuestras relaciones sociales tendremos que hacer a un lado la idea, también “paternalista”, de pensar que los cambios dependen de una sola persona a quien los demás siguen.
Esos visionarios lo comprendieron desde antes.
De nada sirve el “coco wash” del liderazgo si éste no se comparte con quienes trabajas, con quienes propones, con la comunidad a la que apoyas.
Mientras no estemos dispuestos a compartir esa responsabilidad con otros, aunque sean diferentes a nosotros, entonces habrá menores oportunidades de hacer crecer redes de liderazgos colectivos.
Hace tiempo que dejé de creer en la palabra liderazgo como un vocablo que no requiere un adjetivo que lo complemente.
Me parece un vacío de sentido cuando se cree que los liderazgos se forman a fuerza de responder a una crisis.
Me parece como una hipérbole de lo que no existe en la realidad.
Pero cuando entiendo la fuerza que tiene la palabra “nos-otros”, me percato que realmente podemos ir juntos hacia las coincidencias de una misma causa.
Si algo ha caracterizado a esos grandes innovadores sociales es que inspiran a los demás.
No se quedan con un trabajo solitario, ni abogan que su nombre aparezca en marquesinas, ni se consideran una clase especial de “ciudadanía VIP”, ni van cerrando puertas a quienes son diferentes a ellos.
Probablemente, lo que nos hace falta en esta ciudad es reflexionar si estamos generando las condiciones para que los liderazgos sean colectivos.
Para que hablar en plural sea cada vez más, una parte de nuestro lenguaje cotidiano que supere al “yoísmo”, para que entendamos que así como somos cohabitantes del mundo y socios que formamos sociedades, compartimos también la responsabilidad.
Que México no necesita héroes, aunque estos se están formado en un país donde ser innovador social es un acto, sí, de heroísmo.
Esa noche era la noche de Ernesto Canales. Sin embargo, él prefirió hablar de su causa: la Reforma Penal, ¿cómo interpretas esto?…