Lo mismo, pero mejor

Para muchos, la pandemia fue un frenón en la vida que nos llevó a la incertidumbre y a la angustia. Para otros, fue una sacudida que nos obligó a reinventarnos. En medio de los dos extremos, para la mayoría –creo–, fue un momento de mirar hacia adentro y encontrar la oportunidad de hacer lo mismo, […]

Para muchos, la pandemia fue un frenón en la vida que nos llevó a la incertidumbre y a la angustia. Para otros, fue una sacudida que nos obligó a reinventarnos. En medio de los dos extremos, para la mayoría –creo–, fue un momento de mirar hacia adentro y encontrar la oportunidad de hacer lo mismo, pero mejor.

Suena menos ambicioso, más realista, pero a muchos de ustedes esta crisis los encontró en el lugar correcto, haciendo lo que aman y contribuyendo como mejor pueden a construir un mundo mejor. ¡Eso suena fantástico! Lo que sí creo es que la pandemia nos movió de la zona de confort y, al menos, pudimos ver nuestros errores, tratar de corregirlos y buscar ser mejores.

Así le pasó a la increíble chef y emprendedora Martha Ortiz, fundadora de restaurantes como Águila y Sol, Dulce Patria, Filgrana y Ella Canta (en Londres), quien despertó su pasión por contar historias a través de la comida cuando era niña y escuchaba las charlas de sobremesa que compartían sus padres con Carlos Fuentes, José Luis Cuevas o Rufino Tamayo.

Su primera crisis como empresaria ocurrió con su primer restaurante, Águila y Sol. Fue un emprendimiento exitoso con reconocimientos internacionales, que vivió por cinco años hasta que la delegación Miguel Hidalgo lo clausuró por una razón absurda: la falta de estacionamiento, aun cuando compartía acera con otros restaurantes y sus respectivos valet parkings.

A la distancia, la chef sólo recuerda estos hechos amargos con una frase llena de sabiduría: “No hay grandes vidas sin grandes tragedias.”

La segunda “tragedia” en su carrera de chef y emprendedora vino con la pandemia. La chef mexicana, reconocida por sus cartas de platillos con un toque literario y artístico, vivía su plenitud profesional cuando el COVID-19 vino a trastocar los espacios de convivencia que son los restaurantes. “Nos dejó solos, sin una posibilidad de relación. Para mí eso fue muy complicado”, reconoce. “A mí me gusta la gente, el espíritu y la piel, me gusta salir a la calle y ver la vida.”

Pero no sólo hubo drama. La pandemia también le enseñó sobre la generosidad humana y la importancia de hacer conciencia para saber de qué estás hecho. “La pandemia me hizo ver hacia adentro: las fortalezas que puedo tener y mis debilidades, y, como siempre lo decía Matisse, en mis defectos está mi estilo.”

Como negocios, los restaurantes sufrieron un golpe brutal, pero sin ese golpe quizá no habría nuevos aprendizajes para conectar con la gente.

La chef tiene fe en un futuro mejor. “Creo que las personas, después de haber estado en esta especie de reclusión, queremos sentir la vida y queremos sentirnos unos a otros.”

Para hacer ese mejor futuro posible, dice, se necesita pasión y paciencia. “¿Qué deseo hacer? Lo mismo, pero mejor. Que no sea un restaurante y ya, que sea algo que te toque el corazón, que te des cuenta de que estás vivo, y que brindemos por este color y sabor de la esperanza.”

Y a ti: ¿te paralizó el miedo, te reinventaste o has logrado hacer lo mismo, pero mejor?

Genaro Mejía es periodista digital y de negocios con más de 20 años de experiencia y LinkedIn Top Voices 2019

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