Con el debido respeto, guardando las inmensas proporciones del caso entre un enano y un par de gigantes y apelando a la escasa paciencia de mi lector, cuando Mitterand perdió las elecciones, primero ante Charles de Gaulle y después volvió a fracasar ante Valéry Giscard d’Estaing, o cuando Lula da Silva fue derrotado por Collor de Melo y años más tarde resultó nuevamente vencido, ésta vez por Henrique Cardoso, ninguno de ambos futuros jefes de Estado desconoció en sus duros momentos de fracasos políticos a las instituciones de Francia o de Brasil, sino que acataron respetuosamente la decisión de sus compatriotas convalidada a través de las autoridades electorales y más tarde accedieron a la presidencia de sus respectivos países. Si López Obrador hubiera seguido el ejemplo civilizado de esos líderes políticos hoy, para la gran tragedia de México, sería el nuevo Presidente de la República… ¡Uf…!
Ahora bien, si López Obrador fue derrotado en su propia tierra y después fue vencido en dos ocasiones como candidato presidencial (llegó a la jefatura del DF por una debilidad de Zedillo que le concedió indirectamente la residencia cuando no la tenía) e invariablemente organizó marchas de protesta y mítines para desconocer los fallos de la autoridad, en esta ocasión encuentro a 5 encargados para combatirlo y llamarlo al orden. Uno, los propios líderes de izquierda que no quieren ver afectado su patrimonio político con un voto decastigo en las elecciones intermedias del 2015; dos, el “secretarito” de gobernación de Calderón; tres, el candidato a suceder a Poiré de parte de Peña Nieto, su prueba de fuego; cuatro, los medios masivos de difusión y cinco, una sociedad defensora de las instituciones republicanas. Un acuerdo entre todos estos 5 actores sería definitivo.
Si para que “la cuña apriete debe ser del mismo palo”, propongo marchas callejeras de electores que no votamos, obviamente, por López Obrador en todo el país. No se trata de defender el nombramiento de Peña Nieto, sino de apoyar a las instituciones de la República en el contexto de las sabias palabras de Voltaire: “Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.” No se trata de estar o no con Peña Nieto, sino de defender la jurisdicción del TRIFE como tribunal encargado por la nación para impartir justicia electoral, es decir, defender la civilidad mexicana.
No nos dejemos impresionar como el rey Víctor Manuel III, quien aterrorizado por la “Marcha a Roma” organizada por Mussolini le entregó cobardemente el poder al líder fascista con las catastróficas consecuencias por todos conocidas. Ni Hitler ni Mussolini ni Stalin ni Franco fueron detenidos a tiempo…
Los mexicanos tampoco debemos dejarnos impresionar: Los cálculos dicen que no caben más de 80 mil personas en la plancha del Zócalo que mide 110 metros por 90 de ancho, o sean, 10 mil 500 metros cuadrados. Forzando las medidas cabrían 4 personas en un metro cuadrado, o sean, 40 mil ciudadanos, más otros tantos los de las calles aledañas, para no dejar de ser generoso. ¿Cómo manejarán los medios este número insignificante de inconformes? He ahí su grave responsabilidad… ¿Qué tal, a cambio, una marea humana de 32 millones de mexicanos en toda la República para desacreditar a este “Mussolinito de transistores”? Solo que yo jamás debo olvidar que mi columna se intitula “Cuentos Políticos…”