Los costos de la austeridad
Estamos en el entendido de que la austeridad era conveniente. Ante el derroche, los privilegios, los excesos, no queda de otra más que “amarrarse el cinturón” para construir la confianza que hemos perdido por corruptos y ladrones del dinero público que es sagrado. Sin embargo, la austeridad mal entendida puede generar crisis innecesarias. Se necesita […]
Indira KempisEstamos en el entendido de que la austeridad era conveniente. Ante el derroche, los privilegios, los excesos, no queda de otra más que “amarrarse el cinturón” para construir la confianza que hemos perdido por corruptos y ladrones del dinero público que es sagrado.
Sin embargo, la austeridad mal entendida puede generar crisis innecesarias. Se necesita de visión también para que lo barato no nos salga caro. Y, algunas decisiones (no todas, por supuesto), están poniendo en jaque aquello que deberíamos cuidar: la economía.
Estoy saliendo de sesión en el Senado por la desaparición del Instituto Nacional del Emprendedor. Hicimos una defensa férrea, necesitamos generar confianza en las raíces y eso no será desmantelar instituciones a diestra y siniestra.
La historia del INADEM dio confianza a inversionistas de todo el mundo que empezaron a ver en México un ecosistema emprendedor fuerte y respaldado por el gobierno, con miles de jóvenes llenos de entusiasmo por crear empresas innovadoras y dar soluciones a grandes problemas sociales (a través del emprendimiento social).
El gran aporte institucional fue establecer las condiciones mínimas –incluido el financiamiento- para el arranque de miles de ideas emprendedoras y para que éstas fueran escalables, hasta colocarse en un punto donde los fondos de capital de riesgo pudieran tomarlas, financiarlas, acelerarlas y hasta internacionalizarlas.
Los ganadores con el cierre del INADEM serán países como Chile, Colombia y Brasil que aún con cambio de gobierno mantuvieron un respaldo gubernamental a su ecosistema emprendedor.
En su lugar, la Secretaría de Economía anunció la puesta en marcha del Programa de Microcréditos para el Bienestar, con un presupuesto de 3 mil 33 millones de pesos, y que servirá para impulsar a microempresas de base social en zonas de alta y muy alta marginación, algo que es muy loable, pero por el momento no hay reglas claras de su operación. Confiemos en que la entrega de estos microcréditos no sea “clientelista” como ha pasado durante décadas con este tipo de esquemas.
Pero si nos damos cuenta, no deberíamos echar a la basura esfuerzos que si bien han quedado presa de la voluntad política como muchas de las cosas en este país, podrían mejorarse para realmente ser para lo que fue creado.
Perdimos como parece ser costumbre ante este tipo de decisiones del Gobierno federal.
Lamentablemente, en algunos rubros como en el del emprendimiento, tal parece que la autoridad está saliendo cara.