Sabido es que no es lo mismo planear para una guerra, que ir a una guerra.
Ayer se conmemoró el 74 aniversario del desembarco de Estados Unidos en las playas de Normandía, con la sola intención de abrir el frente de batalla que ultimadamente daría la victoria a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial. A cargo de esta operación estaba el general Dwight D. Eisenhower, el célebre militar que terminaría siendo el presidente número 34 de aquel país.
El mismo que repitió hasta el cansancio, que los planes no sirven para nada, pero el proceso de planear sí. Será en el día D, dijo Ike, cuando los hombres en el campo, y no los generales en los cuartos de mapas ganen o pierdan la batalla.
En ese sentido, viendo todo lo que está pasando en el país, y lo que parece un tanto inevitable, que es el arribo de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, surge la duda de si los demás contendientes se han entregado ya al destino o no. Y la respuesta es que no. Encuestas más, encuestas menos, José Antonio Meade es el segundo lugar en la carrera. Y no me parece que sea errónea la afirmación de que algo cambió en la campaña priista y que por fin prendió. Tarde, muy tarde pero lo hizo. Por eso creo, que si Meade tuvo alguna vez, la mínima y remota posibilidad de lanzar un Hail Mary y esperar casi un milagro es a partir de ahorita, y sobre todo en el día D, es decir, el día de la verdadera batalla; el de la elección.
Eso sí, aquello ya no depende de sus estrategas, ni siquiera de él. Depende de que la estructura partidista, las bases, los cuadros y el histórico y mítico músculo de operación del PRI pueda conseguir los votos para lograr lo impensable.
El problema está, en que gran parte de ese esfuerzo de tierra, es dirigido y operado de manera regional, esto es, por los gobernadores
Por eso, resulta curioso, como es que el apoyo – el verdadero- de estos se ve y se siente ya lastrado. Así como los empresarios alguna vez fueron férreos oponentes de quién llegaría a la presidencia, y en un ejercicio de no pelearse con la realidad han decidido fumarse la pipa de la paz con el hombre omnipresente, pero que no lleva biblia ni mandamientos sólo su presencia, ahora se empieza a percibir la sensación de que los gobernadores comienzan ya a mirar por sus estados y por lo que les podría deparar en un futuro con un presidente y un congreso de Morena.
¿Será que los gobernadores han decidido ya tirar la toalla?¿Ya solamente importa el congreso y lo local, si acaso?
Y es que las muestras están ahí. Desde Hidalgo, y las formas políticamente incorrectas de dejar esperando al candidato presidencial, hasta Sonora donde el apoyo de su gobernadora hacia la hija del hombre que le dio el espaldarazo se diluye. Tampoco falta ya el chapulinaje y el oportunismo hacia Morena desde las más altas esferas de los poderes estatales.
Podríamos ponerlo en palabras más dóciles y llamarle pragmatismo político. Una disciplina que define este momento de hoguera política y una con la que no se puede ya sobrevivir . Pero haiga sido como haiga sido, el aroma de la derrota ya penetró los cuartos más priistas. Entonces yo me pregunto ¿Y la unidad apá? ¿O es que ya llego la hora de sálvese quién pueda? Al tiempo.