La Reforma Laboral representa la primera prueba de fuego para la futura administración de Peña Nieto ya antes de tomar posesión como Jefe del Estado Mexicano. Se verá a contraluz la capacidad de negociación del supuesto nuevo PRI en el Congreso de la Unión, que, según se dice, finalmente dejará de ser la carpa más grande México. Se verá su compromiso de ir a fondo en la defensa de los intereses de las mayorías a pesar de enfrentar a los propios grupos de poder que sostuvieron al PRI durante los horrores de la “Dictadura Perfecta”; quedarán evidenciadas las verdaderas intenciones de Peña en el sentido de modernizar al país, armándolo con una legislación actualizada acorde con los acelerados procesos de globalización existentes que exigen principios básicos de competitividad para captar capitales, contratar masivamente empleos y generar riqueza; se comprobarán sus declaraciones relativas a la democracia sindical, de modo que los trabajadores públicos puedan elegir democráticamente a sus líderes en voto secreto y seguro, de modo que no existan secretarias “vitalicias” como la presunta profesora Gordillo, un aborto republicano.
Se trata no solo de democratizar a los sindicatos, sino de poder auditarlos y descubrir el destino auténtico de las cuotas de los trabajadores, es decir, abrir esas cajas de reptiles de las tesorerías sindicales de Pemex, de CFE, de la SEP, del FSTSE, entre otros más, en donde nunca, ninguna autoridad se ha atrevido a meter la mano por miedo-pánico a que el país se quede paralizado o a oscuras sin abasto de energía eléctrica o de gasolina o estalle una huelga nacional de maestros o de médicos o de burócratas
Es claro entonces que México está secuestrado por una cáfila de líderes sindicales intocables, venales y vitalicios para nuestra vergüenza republicana, que deben ser extirpados de modo que la soberanía nacional, hoy en sus manos apestosas y ensangrentadas, pase a las de la nación. A través de la reforma laboral se pretende auditar a dichas tesorerías.
Exigir el rendimiento de cuentas transparentes de los recursos sindicales, acabar con la histórica opacidad; imponer el voto universal, libre y secreto para renovar democráticamente a las dirigencias; respetar la autonomía sindical y el artículo 123, sobre la base de que ésta no sea entendida como un territorio inaccesible a la ley y a los poderes públicos.
Actualizar los derechos de huelga y de separación del trabajo. Acabar con las imágenes detestables de los líderes corruptos vitalicios y estar en igualdad de condiciones legislativas en el contexto de las naciones con las que competimos comercialmente. EPN y el PRI cuentan con dos semanas en términos de la iniciativa preferente en vigor, para cumplir sus promesas de campaña y enfrentar la resistencia de la oposición en el congreso; dos semanas para negociar con las organizaciones sindicales priístas, entre otras que se niegan a perder sus privilegios adquiridos; pactar, si fuera posible, con la izquierda fanática y retrógrada y amenazadora…
Bien visto, lo anterior no pasa de ser un mero cuento político, porque el diputado Carlos Aceves del Olmo, de la CTM, será quien presida la Comisión del Trabajo en el congreso, es decir la santa madre iglesia en manos de Lutero… ¿Adiós a la reforma laboral…? ¿Adiós, adiós también, a la imagen modernizadora de Peña Nieto antes de tomar posesión…?