¿Madruguete urbano?…

No recuerdo la primera ocasión que escuché este término que para los mexicanos es tan sencillo de identificar con el “arte” de la politiquería. La palabra se deriva de madrugar, el “guete”, no es más que un accesorio despectivo. 

Indira Kempis Indira Kempis Publicado el
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No recuerdo la primera ocasión que escuché este término que para los mexicanos es tan sencillo de identificar con el “arte” de la politiquería. La palabra se deriva de madrugar, el “guete”, no es más que un accesorio despectivo. 

Pero madrugar, ¿para qué? Para tener ventaja sobre quienes estamos desprevenidos. Esta práctica es tan común en nuestro país que hay incontables experiencias que nos han marcado como los de la eterna “alevosía”, sobre todo, vinculada a la hora de hacer reformas, tomar decisiones públicas o enunciar programas sin ninguna consulta previa. 

Pensemos bien o mal, casi en todo caso esto trae como consecuencia la ruptura de la confianza de la ciudadanía en sus instituciones y representantes, como las confusiones, las sospechas y la incertidumbre. 

La pésima comunicación no ayuda, y no sé si concuerdan conmigo, pero al final el ciudadano “de a pie”, no se entera de lo que sucede hasta que realmente se enfrenta con el problema derivado por tales modificaciones. Así es este círculo vicioso. 

El Congreso de Nuevo León no está exento de este tipo de prácticas. 

Apenas a principios de este mes, la Comisión de Desarrollo Urbano de la LXXIII Legislatura, entregó un documento a la Sociedad de Urbanismo, Región Monterrey A.C., para opinar sobre las propuestas de reformas a la Ley de Desarrollo Urbano. Cuatro días antes de la reunión, cabe mencionar. 

Con tan poco tiempo es prácticamente imposible hacer un análisis serio sobre los temas abordados, pero aún así los técnicos de los Colegios y el organismo entregaron observaciones puntuales, sobre todo lo crítico y grave que son estas reformas. Le pongo un ejemplo: seguir construyendo en las laderas, en la periferia y en zonas de recarga. Estos expertos concuerdan en que eso impacta ambiental y socialmente de manera negativa a las comunidades, que es una propuesta contraria a la apuesta del Gobierno Federal por hacer ciudades compactas y que afecta, principalmente, a la reinvención de la ciudad en una de escala humana. Esto debería ser parte del debate que al parecer no ha tenido cabida, menos tiempo. 

Este jueves por la mañana no sólo tales organizaciones, sino organismos intermedios, descentralizados, de evaluación y de la sociedad civil, hicieron un llamado de atención a la ciudadanía para que vigilemos este proceso, pero también al Congreso como invitación para que se abra ese debate, inexistente hasta el momento, y el diálogo con las comunidades involucradas como los técnicos que saben acerca del tema. Al final, la ciudad no es de unos cuantos, es de todos. Aunque parezca muy complejo aceptarlo.

Con esta situación no se trata de estar en contra del Congreso, pero sí de velar por los intereses públicos de la ciudad, que de por sí, ya se ven afectados por la mala planeación añeja de la que padecemos sus efectos, que en algunos casos son mortales y que, lamentablemente, están lacerando nuestra calidad de vida.

Es corresponsabilidad pues de ciudadanos y legisladores no permitir que prevalezca el “madruguete”, ni en este tema ni en ningún otro. Al contrario, como dice mi amigo Antanas Mockus, la civilidad de una sociedad se demuestra en la confrontación de ideas, que es eso en donde nuestro Congreso debe estar dispuesto a abrirle la puerta a la ciudadanía que representa.

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