Maestros en las calles
Se congregaron en la explanada más importante de la cuidad como en muchas otras, o incluso, en los lugares más remotos. Aquí, en la Ciudad de México es el tema de cualquier conductor: cómo evitar las obstrucciones por las marchas.
Se ha desatado una polémica alrededor de cómo es que deberían de ser las manifestaciones.
Sobre todo porque después de las que han existido para exigir un alto a la violencia o la justicia por los 43 estudiantes desaparecidos en Guerrero, las de los maestros son visibles y están haciendo un “ruido” mediático que crece todavía más.
Se congregaron en la explanada más importante de la cuidad como en muchas otras, o incluso, en los lugares más remotos. Aquí, en la Ciudad de México es el tema de cualquier conductor: cómo evitar las obstrucciones por las marchas.
Se ha desatado una polémica alrededor de cómo es que deberían de ser las manifestaciones.
Sobre todo porque después de las que han existido para exigir un alto a la violencia o la justicia por los 43 estudiantes desaparecidos en Guerrero, las de los maestros son visibles y están haciendo un “ruido” mediático que crece todavía más.
No sólo está aglutinando a grupos de maestros o la CNTE, sino también a grupos políticos y de la sociedad civil para manifestar una queja generalizada sobre la Reforma Educativa.
En un tema tan importante como la educación, es elemental no sólo la discusión alrededor de las implicaciones en la materia, sino hablar también del rechazo o aprobación que está generando este problema público.
¿Deberían los maestros de abstenerse de marchar? Esa es una de las grandes preguntas a resolver de ésta y otras protestas. La respuesta es “no”.
Porque en cualquier democracia esto incluso es una señal de que se puede ejercer el derecho a la protesta con libertad. Todos los ciudadanos tenemos ese derecho constitucional en donde debe quedar la elección de cada protestante, dónde y cómo hacerlo.
En algunas ciudades de primer mundo esto no requiere un permiso, pero sí un aviso obligatorio para tomar las medidas pertinentes. Lo cual no significa que sea necesaria una regulación. Sino más bien sólo entender que esa “cultura de la protesta” debe sostener los valores que precisamente construyen la democracia, como el diálogo y la no violencia.
Esto no quiere decir que será siempre así y, a veces, en el frenesí de la inconformidad o en la intromisión de grupos de interés de choque en las manifestaciones, no permite eso.
Pero aún con estas complicaciones nuestra apuesta para abrir ese diálogo necesario debe asumir la corresponsabilidad de que tales derechos deben ser respetados y no ejercer la represión que sólo, está demostrado, abona más al conflicto.
Aunque representa una incomodidad vehicular, más que exigir a los manifestantes las “vías libres”, tanto para los que protestan como los que no tienen derecho, habría que apelar a la consideración de quienes marchan y el buen manejo de crisis de los gobiernos.
Avisar de las rutas, armar planes de contingencia, escalonar horarios de trabajo, entre otras opciones, pueden ser alternativa.
O una mucha más radical: cambiar un modelo de ciudad en donde es tal nuestra dependencia del auto que tal parece que si hay marchas la ciudad entera se colapsa.
Eso no es un buen indicador, menos cuando las personas debido a ese caos vial son capaces de preferir la represión y la liberación de las vías, que el respeto a un derecho constitucional que nunca sabemos en qué momento podríamos tener la necesidad de ejercerlo.
Si formulamos el problema no desde la queja por la Reforma, sino porque desde raíz el modelo de ciudad no nos permite que tengamos alternativas de transporte distintas que nos permitan el traslado con o sin protestas… Entonces, veríamos desde diferente óptica a las manifestaciones colectivas.
Considero que algo está al revés y no son las personas (llámese maestros, estudiantes, campesinos, etc.) que ejercen su derecho constitucional; son los autos.
El exceso de autos lo que realmente obstruye las vialidades.