Tuve un sueño
Tuve un sueño, quizás no como el del doctor Martin Luther King Jr., pero sí uno muy real.
Y es que ha sido el mismo sueño roto de King, tornado en pesadilla tras la llegada de la figura megalómana con el peor bronceado artificial que la historia nos ha dado, es decir, Donald J. Trump.
Tuve un sueño, quizás no como el del doctor Martin Luther King Jr., pero sí uno muy real.
Y es que ha sido el mismo sueño roto de King, tornado en pesadilla tras la llegada de la figura megalómana con el peor bronceado artificial que la historia nos ha dado, es decir, Donald J. Trump.
Es triste que el sueño que fue, pero del cual nos despertaron, signifique una oportunidad para México. Siempre me pregunté por qué nuestro país dejó el tablero geopolítico y se encerró en la burbuja nacional. La relevancia y protagonismo en la comunidad internacional se ha visto mermada. Ha existido una política exterior sin política, sin estrategia y, más que nada, sin ambición.
Siempre he dicho que la política exterior del presidente Peña Nieto ha mostrado facetas interesantes. Se ha visto el intento de hacer algo. Sin embargo, al momento de capitalizar las innumerables visitas de Estado y participaciones en los foros internacionales, este gobierno no se ha mostrado claro en los intereses estratégicos que persigue.
La declaración de guerra —hasta ahora solo comercial y migratoria, y hasta ahora sólo utilizando el arma de destrucción masiva menos radioactiva; es decir, Twitter— del nuevo mandatario estadounidense nos ha colocado en tablero de ajedrez internacional. Nos ha abierto la posibilidad de hacer y deshacer. Sobre todo, nos ha dado una oportunidad única de perderle el miedo y la dependencia al Tío Sam. Eso sí, sin perderle el respeto al contrincante.
Escuché en una entrevista concedida a CNN al exembajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhán; y concuerdo. Si bien no somos una primera potencia, no estamos ni desarmados o sin dientes. Hay muchas maneras de hacerle frente a las decisiones que tome Trump en sus momentos de falta de irrigación sanguínea al cerebro.
Por ejemplo, más allá de las estrategias comerciales, que estoy convencido causarán más que un dolor de cabeza al sector empresarial en Estados Unidos y a muchos estados de la Unión Americana, México hoy puede hacer lo que nunca: retar al poderío norteamericano, que es diferente a provocarlo. Porque retar al poder es muchas veces la única forma de ganarse el respeto de alguna entidad con mayor peso.
¿Por qué no, coquetear? ¿Qué le diría Lockheed Martin, Raytheon o Northrop Grumman a Donald Trump, si de pronto la Fuerza Aérea Mexicana o la Marina compraran lo que alguna vez desde Foggy Bottom Hillary Clinton prohibió, aviones caza rusos de la linea sukhoi?
Y luego del tropezón del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ¿el gobierno volteará a ver a China para la adquisición de los últimos equipos de ciberseguridad?
¿Si de pronto, empezáramos a jugar con nuestro asiento en la ONU?¿Por qué no, ante las múltiples criticas de Trump a la OTAN, empezamos a explorar alianzas militares? Al final del día, formamos parte de Norteamerica.
¿O qué tal si la adorada Secretaría de Marina de pronto fuera convencida por Gran Bretaña de comprar el primer submarino?
Y es que, pese a todo, tenemos una magnífica oportunidad de recuperar el liderazgo latinoamericano. ¿Por qué no ser nosotros quienes mediemos en el desastre venezolano? ¿Por qué no asumir una postura regionalista entorno al TPP? ¿Por qué en lugar de que el presidente François Hollande camine por los campos de desarme de las FARC, no lo hace el Presidente?
Por último, si Peña Nieto ya invitó al presidente chino Xi Jinping, ¿por qué no invitar mañana al ídolo ruso Vladimir Putin? Quien sabe, en una de esas le gana la emoción y viaja hasta México para verlo.
El punto está en pensar fuera de la caja de Pandora, es momento de soñar, momento de que México no pierda tracción en torno a la unidad y, sobre todo, si Peña Nieto realmente cree que es “Momento de México”. Entonces, atrevámonos.