¿Qué es la mentira? Esa pregunta de toques filosóficos me la hice siendo muy pequeña.
En un intento por mentirle a mi madre, como quizá le pasa a la mayoría de los niños, fui descubierta.
Ante tal “proeza”, ella aprovechó la oportunidad para enseñarme el valor de decir la verdad.
“No importa que sientas que hiciste algo malo, si así fuera sólo dime la verdad, nada pasará más que la digas y no lo estés cargando”.
Como no se enojó conmigo ni me reprendió me sentí aliviada con su congruencia.
Cuando hablé de eso que pretendía ocultar, sentí que me había liberado y, a partir de ese momento, entendí eso que las civilizaciones llaman como: hablar con la verdad.
Aunque estoy segura que más de uno de nosotros hemos pasado por ese dilema ético derivado de alguna experiencia similar, lo que hoy nos debemos plantear como sociedad es hacia dónde nos han llevado nuestras propias mentiras.
Porque como dicen en mi rancho: “el mentiroso no se hace, sino el que lo hizo compadre”.
No, no es cierto, así no es la frase. Mentira.
Pero para ejemplificar lo que está pasando en el país y en el estado de Nuevo León queda bastante bien.
En el cúmulo de mentiras hemos creado nuestros propios mentirosos.
De eso, lo lamentable es que tal parece que la mayoría decidió dedicarse a la política, al activismo, al narcotráfico o a las cúpulas monopólicas empresariales.
Así, la píldora de la mentira se pasa de boca en boca sin siquiera ser cuestionada por alguien, en un país que además se ha creído su propia mentira de sentirse ignorante.
Los diputados del Congreso del Estado de Nuevo León una vez más se enfrentaron al “mentir o no mentir, esa es la cuestión”, del alimento nuestro de cada día.
Entonces, aunque supuestamente nos representan y deberían estar trabajando para proveernos de herramientas legales de participación en una ley a la cual se denominó Ley de Participación Ciudadana, no lo hicieron.
Aunque declararon ante los medios de comunicación que están comprometidos con sus ciudadanos y que estaban revisando sigilosamente áreas de oportunidad para ver posibilidades de al menos pasar algunas de las figuras, no lo hicieron.
Y pese a que hubo una mesa de trabajo en donde se supone se intercambiaron las ideas para innovar legalmente por vez primera en Monterrey, después de un camino de 10 años para que la Ley se geste, no lo hicieron.
¿Qué es eso? Mentiras.
Más valdría decir “no” desde un principio.
Como diría mi madre, no pasa nada más que decir la verdad.
Entonces, aún sin razones o argumentos válidos, el debate hubiera sido mucho más provechoso.
Pero no.
A los diputados priístas y dos del Partido Alianza, se les sigue haciendo sencillo ocultar sus intereses partidistas entre sus sonrisas esperanzadoras, como quien “miente con todos los dientes”.
Si bien la proyección sobre funcionalidad de las reformas constitucionales, así como cada uno de los mecanismos legales propuestos no es halagüeña, también lo es que la función del Poder Legislativo es legislar, valga el pleonasmo, así que para hacerle a la prospectiva existen otros profesionales.
Ocultar la verdad, entonces, aparece dentro de la lista de habilidades que parece es obligatorio cumplir para quienes nos gobiernan.
Esos que al entrar al juego de la política defienden su propia verdad mintiendo a la población que les paga sus sueldos.
Esos que, aunque en la crisis más severa por la que atraviesa lo público, se siguen dando el lujo de mentir sobre una ley que una vez más le suma intentos a sus años como iniciativa.
Pero como también dice la sabiduría popular: “el pez por la boca muere”-
Así que sabremos en el futuro a dónde fueron a parar nuestros mentirosos.