Método de aprendizaje Epílogo
Que no sea la única forma de aprendizaje. Que sea sólo esta vez. Que el terremoto pase a los anales de la historia porque entre las grietas que dejó se germinó la semilla que tanto se esperaba. No se puede convertir la tragedia en el sistema de aprendizaje del mexicano. Porque entonces los partidos buscarán […]
Armando EstropQue no sea la única forma de aprendizaje. Que sea sólo esta vez. Que el terremoto pase a los anales de la historia porque entre las grietas que dejó se germinó la semilla que tanto se esperaba.
No se puede convertir la tragedia en el sistema de aprendizaje del mexicano. Porque entonces los partidos buscarán esconder la catástrofe y evitar que el cambio que inició el 19 de septiembre a las 13:14 horas fructifique. Buscarán esconderlo todo y lo que se necesita es que todo quede al descubierto. Ya el sismo dejó su lección y un país distinto que, obvio, no le gustará ni tantito a la clase gobernante.
La sacudida en lugar de provocarnos mudez nos puso en un grito permanente y eso será una gran lección para el mundo.
La enorme voluntad que se volcó a las calles no puede sólo mantenerse y solidarizarse en el infortunio, debe permanecer cuando las entidades devastadas tomen su cauce. Debe ser el timón para tomar el rumbo.
En tan sólo una semana la muchedumbre virtual –en Twitter y Facebook- informó sobre los puntos de más emergencia y obligó a los partidos a que devolvieran parte de las prerrogativas que les fueron otorgadas.
Fue en menos de siete días que –siete son en los que míticamente se construyó el mundo- tenemos un México renovado. La ayuda y la solidaridad no pueden detenerse pues vienen los peores días, los días de la lucha burocrática y de la ineficiencia administrativa, del egoísmo. Por eso la fuerza debe mantenerse.
La lección fue dolorosa y primitiva, ya todos la hemos aprendido y no necesitamos de ningún tipo de lamento para seguir aprendiendo que somos más fuertes de lo que pensábamos. La humanidad que habíamos perdido por estar sumidos en la pantalla del televisor, la tableta o el celular.
La sociedad debe ahora pasar a la acción tangible, esa que va más allá de los 140 caracteres.
No más lecciones de dolor, no hay que tener disposición a más apatía y sufrimiento. La loza más pesada ya fue removida por todos. Que no sea en vano que la luz de muchos mexicanos se apagó. Nos toca seguir avanzando pero sin dolor, sin el dolor que provoca una clase política ciega y sorda.
Es tiempo de aumentar nuestro conocimiento pero sin lágrimas. Esa clase quedó memorizada. El monumento a los caídos seremos los que quedamos vivos y su homenaje será mantener esa fraternidad que brotó espontánea y que llegó para quedarse. A menos que los cientos de personas que en los últimos días tomaron las calles quieran regresar al letargo.
Dice un mensaje por ahí: soñé que los jóvenes tomaban la ciudad y que nunca la soltaban. Que no sean sólo los jóvenes, que seamos todos. Agárrese bien. No se suelte.