El respeto al derecho ajeno…
Después de tanta sangre derramada, los mexicanos podemos tener el gusto de contar con una Constitución que nos provee de garantías individuales que se supone el Estado laico debería hacer válidas.
Indira Kempis
Después de tanta sangre derramada, los mexicanos podemos tener el gusto de contar con una Constitución que nos provee de garantías individuales que se supone el Estado laico debería hacer válidas.
Reconocer que las gestiones se hicieron con violencia nos abre el panorama: los cambios más significativos en la defensa de derechos han provocado las resistencias más radicales de quienes no los asumen como propios.
Después de todo, en la actualidad, los derechos emergentes tampoco están derivándose de las condiciones óptimas, sino del propio conflicto que hemos generado a partir de nuestras relaciones en sociedad.
Por eso mismo, diversos grupos en muchas corrientes cohesionados o fragmentados están empujando una agenda diversa en todos los sentidos: desde la preferencia sexual hasta la comida, pasando por los animales, la nueva infraestructura u otros temas que se convierten en ríspidos porque van en contracorriente de la tradición, la cultura o las costumbres.
Estos cambios no vamos a poder evadirlos. Tapar el sol con un dedo en este momento lo único que traería son consecuencias graves que no nos permitirían resolver los problemas públicos más importantes.
Entonces, es hora de ponerlos sobre la mesa del debate. No sólo del virtual que se puede intercambiar mediante “memes” y “likes”, sino del público, ése en donde se deben tomar decisiones no para nuestras casas, sino para la vida en sociedad.
El próximo 10 de septiembre el Frente Nacional por la Familia hará una marcha. Está en su derecho de libertad de expresión porque, afortunadamente, para muchos así lo estipula la Ley.
Sin embargo, algunos de sus discursos están dejando de lado algo que la Ley no está para regular: nuestra propia regulación de quiénes somos en convivencia como sociedad.
He visto la información de la marcha y la entiendo, pero no la comparto.
Por una sencilla razón que poco tiene que ver con los temas a discusión como el matrimonio igualitario o la adopción por estos.
Sino por el lenguaje de discriminación, intolerancia y odio que algunas de estas personas (no generalizo) están haciendo ante las decisiones de otras personas a las que es altamente probable que ni siquiera conozca.
¿Es así como queremos vivir? Está claro que para eso es el Estado.
Así como se garantiza un derecho a manifestarse, también debe garantizar otros derechos porque de eso se trata.
No de imponer ni de invadir la privacidad de nadie ni de sus elecciones en su cama, en su casa, en su comida, en su ropa, sino simple y sencillamente hacer respetar el Estado laico que se encarga de lo que es público.
Lo que es público no es privado, pero sí es común.
El Estado debe hacer lo que le compete: proveer de garantías. Si las usamos o no, eso ya es asunto nuestro. Aunque tal parece que no se ha entendido de esa forma.
Por eso quizá el problema de fondo que no hemos entendido es que los monstruos que “quieren imponer su agenda”, “llevar la contra”, “meterse con sus hijos”, no existen.
Están en la imaginación de quienes por contar ya con esos derechos no pueden ver la necesidad en otras minorías.
Esto pasa con los gays, con los indígenas, con las personas con discapacidad, con las personas que abogan por los derechos de los animales y cualquier otro grupo que atente el status quo.
Nuestro Estado de Derecho lo hemos hecho con sangre derramada. No permitamos perdernos en debates personales o privados que nos permitan ver lo que es público o las transformaciones sociales que ameritan cambios necesarios en nuestros marcos regulatorios.
Alguien dijo que el respeto al derecho ajeno es la paz. Por lo mismo, mi familia y yo hemos decidido respetar a cualquier minoría que necesite derechos en lo público para poder decidir su vida privada
como quiera.
Por eso no iremos a la marcha. “Al César lo que es de César y a Dios lo de Dios” y mire que nos vamos respetando haciendo la paz que tanto hace falta para las familias.