¿Misión imposible?
Hace un año, la posibilidad de que México y China entablaran conversaciones para explorar la posibilidad de un acuerdo de libre comercio eran prácticamente cero. Misión imposible.
Sin embargo, Donald Trump, su insistencia en que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte debe ser modificado radicalmente y su política de aislamiento global conocida como “América Primero” lo han cambiado todo.
Rodrigo Carbajal
Hace un año, la posibilidad de que México y China entablaran conversaciones para explorar la posibilidad de un acuerdo de libre comercio eran prácticamente cero. Misión imposible.
Sin embargo, Donald Trump, su insistencia en que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte debe ser modificado radicalmente y su política de aislamiento global conocida como “América Primero” lo han cambiado todo.
Hoy más que nunca, la relación entre México y China es crucial. No es ningún secreto que el mandato de la política comercial mexicana es diversificar su paleta de exportación. El país necesita alternativas en el caso (poco probable) de que se cancele el TLCAN y el presidente Trump desdeñe las reglas de la Organización Mundial de Comercio para dirimir una guerra arancelaria abierta contra México.
La visita del presidente Enrique Peña Nieto a la cumbre de los BRICS que tiene lugar en China no podría entenderse sin este contexto. Eric Fansworth, vicepresidente del grupo Council of the Americas, dijo a la agencia Bloomberg que esta invitación representa un “esfuerzo deliberado del presidente para demostrar que México tiene alternativas a Estados Unidos”.
No se trata de un mero acto simbólico. Hace dos meses, la prensa estadounidense reportó que podría existir un acercamiento entre México y China para evaluar la posibilidad de iniciar un proceso de negociación para la celebración de un acuerdo comercial bilateral. Ninguna de las partes negó el reporte. Más aún, el embajador de China en México, Qiu Xiaoqi, aseguró: “Tenemos un gran interés en profundizar y ampliar nuestros nexos con México”.
Sin embargo, la integración de México y China enfrenta obstáculos estructurales significativos. Históricamente, las autoridades de política económica mexicana han sido reticentes a ser receptores de inversión china.
Expansión china
Resulta paradójico que una economía como la de México, en donde se ha privilegiado un modelo de apertura comercial y financiera completamente abocado a generar condiciones para convertirse en un destino atractivo de inversión extranjera, rechace sistemáticamente las iniciativas de inversión de la segunda mayor economía en el mundo.
China contribuyó con menos del 0.1 por ciento de la inversión extranjera directa que México recibió entre 1994 y 2014. Esta tendencia contrasta con los esfuerzos de la política económica china para ampliar su influencia económica en el exterior.
En el 2016, las empresas chinas gastaron 244 mil millones de dólares en operaciones de fusiones y adquisiciones en el exterior. Además, el gobierno de China está implementado dos programas agresivos de inversión en el exterior para integrar sus cadenas de valor con otros mercados emergentes en Asia, África y América Latina. En última instancia, la política económica china pretende exportar su exceso de capacidad de producción como parte de un proceso más amplio en el que la economía transita de un modelo basado en la inversión y las exportaciones hacia un modelo basado en el mercado interno.
La iniciativa conocida como Belt and Road proyecta una inversión en infraestructura en el exterior estimada de 900 mil millones de dólares para los siguientes seis años. Asimismo, el gobierno Chino se ha comprometido a incrementar el volumen comercial con América Latina en 500 mil millones de dólares para el 2025. También, se ha propuesto elevar la inversión en la región en 250 mil millones de dólares para ese periodo.
Actualmente existen dos fondos con un capital conjunto de 30 mil millones de dólares que son parte de Cooperación China-Latinoamérica que fungen como vehículos de inversión para la implementación inmediata de proyectos regionales.
Sin complementariedad, por ahora
Entonces, ¿por qué México no ha sido parte de esta agenda de expansión de la política económica de China? La respuesta más común se encuentra en la falta de complementariedad entre ambas economías, por eso cualquier intento de una mayor relación comercial está en duda.
Las exportaciones de manufactura de ambos países son competidores directos en el mercado estadounidense.
Ambas economías producen bienes terminados cuya ventaja competitiva se sustenta en sus bajos costos laborales.
Las cadenas de valor que China ha formado en América Latina se han orientado a la importación de materia primas, ya sea de cobre proveniente de Chile, o de mineral de hierro, proveniente de Brasil.
Además, China representa la fuente más importante del déficit comercial de México (64 mil millones de dólares en 2016). El coeficiente de importaciones sobre exportaciones de esta relación comercial es de 11 a uno.
Sin embargo, la transición económica de China, el estado de la relación México-Estados Unidos y la intensificación de la presencia del capital chino en el exterior podrían cambiar la reticencia mexicana a integrarse con la segunda mayor economía global.
Si los elementos se alinean, un acuerdo comercial entre México y China podría dejar de ser una misión imposible.