México invisible
La maltratada imagen de México en el exterior es una constatación palpable del fracaso de este sexenio. Calderón decidió volverse un presidente monotemático. Sin haberlo planteado en su campaña y con la esperanza de ganar legitimidad, Calderón monopolizó la atención nacional en la lucha contra el narco. Su estrategia de victoria resultó ser un suicidio. Cuesta trabajo entender por qué Calderón apostaría tanto a una estrategia tan mal llevada a cabo, ¿error de cálculo? ¿Habrá Calderón pensado que era posible ganar? ¿Ganar qué? Las preguntas se acumulan sin respuesta.
Emilio LezamaLa maltratada imagen de México en el exterior es una constatación palpable del fracaso de este sexenio. Calderón decidió volverse un presidente monotemático. Sin haberlo planteado en su campaña y con la esperanza de ganar legitimidad, Calderón monopolizó la atención nacional en la lucha contra el narco. Su estrategia de victoria resultó ser un suicidio. Cuesta trabajo entender por qué Calderón apostaría tanto a una estrategia tan mal llevada a cabo, ¿error de cálculo? ¿Habrá Calderón pensado que era posible ganar? ¿Ganar qué? Las preguntas se acumulan sin respuesta.
Lo cierto es que la batalla infructífera contra los cárteles de la droga tuvo un doble efecto negativo, el debilitamiento físico del Estado y el desgaste de su proyección internacional. Ante la falta de liderazgo regional y políticas públicas exitosas, de México solo se resaltó la violencia. Es difícil para la prensa internacional ignorar las cifras escalofriantes que arroja este sexenio, sin embargo, aunado a eso está el hecho de que el gobierno federal fue incapaz de encontrar un contrapeso mediático a la cruenta lucha del narcotráfico.
Toda política pública debe ejercerse paralelamente en dos frentes de batalla. Está por un lado el campo de lo material, de la puesta en práctica de la política, asimismo, existe también el terreno de la comunicación. Ningún régimen político vive únicamente de sus acciones. En un mundo dominado por los medios, resulta primordial la transmisión del mensaje. En ese sentido, el sexenio de Calderón perdió ambas batallas. Si en la práctica las políticas públicas que giraron alrededor del tema de la violencia fracasaron, en el frente mediático, dicho tema ejerció un monopolio que impidió revertir la imagen dañada de nuestro país en el exterior. Una falla considerable para un país que depende tanto del turismo y que se ha jactado siempre de una posición ejemplar en el juego de naciones.
China, India y Brasil comparten mucho con México, no solo un crecimiento macroeconómico importante, sino problemas internos de violencia, pobreza y desigualdad. Sin embargo, lo que separa a esos países de México en el ámbito internacional es una estrategia de comunicación ambiciosa que ha dado resultados. Ciertamente para revertir la imagen es necesario contar con elementos que equilibren la balanza, elementos que han sido escasos en los últimos años. Pero a pesar de que en el último sexenio no hubo un proyecto nacional digno de resaltar, hay cuestiones, como la estabilidad macroeconómica, o la alentadora transformación del DF, que aunados a una política exterior más digna y ambiciosa, hubieran podido replantear el rol de México en el mundo.
Hoy, al término del sexenio de Calderón, ya nadie piensa en México cuando habla de liderazgos latinoamericanos. Brasil, con todas sus fallas, nos ha superado. Nuevamente no es tanto resultado de su gestión interna si no de su habilidad al asumir el rol de líder. Brasil también tiene a sus muertos. La diferencia principal está en la imagen que Brasil ha proyectado hacia el exterior. La imagen de un Estado fuerte, capaz de asumir liderazgos y de darse a respetar. En contraste, el México de Calderón es un México tímido, tibio, frágil. ¿Será posible revertir está imagen?