Esta semana, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicó su estudio anual sobre empleo dentro de sus 34 países miembros.
Sin sorpresas, México ocupó el primer lugar por quinto año consecutivo en número de horas trabajadas anualmente, con 2 mil 237 horas trabajadas en promedio. Esto equivale a 8.6 horas trabajadas por día, excluyendo los fines de semana.
En comparación, los países “menos trabajadores” fueron Holanda, Alemania, Noruega, Dinamarca y Francia; todos con menos de mil 500 horas de trabajo al año. Además, comparado con éstos México recibe entre 40 y 60 por ciento menos en salarios por hora.
Este dato trajo consigo comentarios críticos sobre el trabajador mexicano. En periódicos y redes sociales se juzgó al trabajador mexicano de ser explotado por su empleador, que los salarios no son suficientes, que el gobierno se encarga de arruinar al trabajador y quedarse con todo el fruto del trabajo.
El detalle que no sale a relucir, es la productividad vista durante esas altas horas de trabajo. Mientras que un noruego produce 62.63 dólares por hora trabajada, y el trabajador promedio de la OCDE produce 40, el trabajador mexicano genera sólo 15.13 dólares por hora trabajada, siendo el menos efectivo de los 34 países.
Ojo, esto no es salario. Es la producción estimada por hora promedio de un trabajador mexicano.
Este dato muestra la complicada situación. El mexicano tiene que trabajar cuatro horas para producir lo que un belga produce en una hora. Y dado a que no estamos trabajando 6 mil horas al año, lo cual significaría jornadas diarias de 16 horas todos los días de la semana, nuestro país tiene un rezago económico.
Tampoco estamos mejorando en este asunto. Del 2005 al 2013, sólo hemos aumentado nuestra productividad, medida en Producto Interno Bruto (PIB) por hora, marginalmente. México es el país 31 de 34 en el listado de este rubro.
Mientras que en este periodo los chilenos aumentaron su productividad en 26 por ciento, los rusos en 24 por ciento, y los turcos en 13 por ciento, México se conformó con un deplorable aumento de 1.17 por ciento.
Este dato, más que indignarnos, debe causar una fuerte reflexión sobre lo que cada mexicano está haciendo para volverse más productivo contra los mercados internacionales.
En vez de culpar a terceros por la falta de oportunidades, o seguir acomodándonos en las virtudes geográficas, agriculturales y geológicas de nuestro país, deberíamos de estudiar qué estrategias hemos utilizado para crear una base trabajadora más efectiva y cuáles acciones debemos de tomar a futuro.
Con la premisa de atender el tema, el gobierno federal ha impulsado una reforma laboral escueta en sus facultades para impulsar la productividad laboral. Se necesitan de mayores esfuerzos para ampliar la base de habilidades del trabajador mexicano y aumentar su competitividad internacional.