Mis dos grandes viejos

Curiosa coincidencia de la vida, hace un año, cuando me encontraba en el Mundial Brasil 2104 falleció mi papá, don Roberto.

Aquella tarde en Fortaleza, recibí el mensaje de “MI” otro viejazo, Jacobo Zabludovsky, quien en su espacio de “Una a Tres” y pese a la “veda” en que la nueva administración del Grupo GRC me tenía, me había enviado un saludo, un abrazo, más que un pésame.

Alfredo Domínguez Muro Alfredo Domínguez Muro Publicado el
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Curiosa coincidencia de la vida, hace un año, cuando me encontraba en el Mundial Brasil 2104 falleció mi papá, don Roberto.

Aquella tarde en Fortaleza, recibí el mensaje de “MI” otro viejazo, Jacobo Zabludovsky, quien en su espacio de “Una a Tres” y pese a la “veda” en que la nueva administración del Grupo GRC me tenía, me había enviado un saludo, un abrazo, más que un pésame.

Ese espacio lo compartimos por más de 14 años y por causas no imputables ni a Jacobo ni mucho menos a mí, dejamos de transmitir esa charla que tanto disfrutamos y que yo preparaba con enorme dedicación buscando temas, platicando con “politólogos”, escuchando y leyendo frases y discursos políticos por varias horas.

Por ahí de las 14:25 bajaba yo a la cabina en la que Jacobo me recibía siempre con una gran sonrisa, a veces con un chiste o un albur de los que era un maestro, otras, cuando la charla la habíamos hecho vía telefónica por haberme ausentado por alguno de mis múltiples viajes, Jacobo se levantaba y…

Con un abrazo…  

Y una sonrisa me daba la bienvenida. Otras veces disfrutábamos de la música, sus tangos no me acababan de llenar del todo pero para él eran no solo un disfrute, sino una forma de distinguirse de otros.

Su apuesta era consigo mismo, no repetir ninguno hasta que la mata se fue agotando en esos 14 años y por ahí colaba una que otra repetición, siempre daba una explicación y una anécdota que yo disfrutaba al máximo, hasta que un día se me ocurrió decirle que…

Julio Iglesias y sus tangos…

Era un CD que me había gustado siempre. Jacobo directo y mirándome a los ojos me dijo “Eso que hizo Julio no son tangos… y mira que lo quiero mucho, por eso se lo dije”.

Jacobo era todo un caballero, incapaz de insultar a nadie sabía en cambio cómo defenderse de ataques muchas veces sin sentido, tenía el don de la palabra y sabía esgrimirla en el momento y forma oportunas.

‘Que otro lo entreviste’

Alguna vez llegó a la cabina uno de los patrones a darle la instrucción de entrevistar a algún Secretario de Estado y hasta alguna primera dama, omito nombres por respeto a Jacobo, quien sin perder la compostura se dirigió al patrón sugiriéndole que otro hiciera le entrevista, “Esa clase de entrevistas pactadas o pagadas no van conmigo, tampoco las de ‘carrusel’, que es como un desfile por todas las estaciones, vamos a hacer una cosa… yo digo al aire que tengo que salir y tu dispones quién hace la entrevista”, fin de la historia, no hubo tales entrevistas forzadas.

Mi papá y Jacobo

Varias veces los reuní en una comida, era una delicia escucharlos. Mis hijos Alfredo y Rodrigo me acompañaban casi siempre, anécdotas, historias, leyendas y hasta albures aparecían en esas comidas inolvidables. 

Jacobo no gustaba de las mesas grandes en restaurantes cuando salíamos con amigos.

Sus ‘regaños’

Cada vez que me veía llegar asoleado con la piel roja o “quemada”, me llamaba la atención recordando ese cáncer de piel que él logró superar.

Otras veces cuando yo me pasaba en algún comentario, no en su contenido que siempre respetó, sino en algunas majaderías o chistes, algo vulgares, me decía, “ahí está el micrófono abierto, nunca pierdas la oportunidad de ofrecer una disculpa cuando esta se justifique”.

Un profundo respeto

Algunas veces no coincidíamos en puntos de vista en temas políticos o de personajes de la política, así que la discusión al aire siempre fue genuina, jamás preparamos nada, hubiera sido traicionarnos y terminar con el sentido de aquellas charlas políticamente picantes.

Hubo dos en particular, una con el paro de maestros de la Sección 22 en que fijé mi postura en relación a la impunidad y chantaje a la autoridad y en que se movían (y mueven), Jacobo salió a defender al gremio, yo mantuve mi dicho de igual manera en aquel plantón de Andrés Manuel López Obrador, a quien siempre abrió micrófonos.

“Hay que dejarlo hablar sin interrumpir, es la labor del entrevistador, dejar que el interlocutor diga lo que trae”, me decía, en las dos ocasiones no estuvimos de acuerdo y en ambas terminamos cuando Jacobo me dijo aquella frase del gran filósofo de la ilustración, Voltaire: “No estoy de acuerdo con tus ideas, pero defiendo tu sagrado derecho a expresarlas”.

¡Al toro!

Cuando sentía que ya habíamos agotado temas “extra deportes”, esgrimía esa frase tan suya “bueno, bueno… ¡al toro!  

Coincidencias de la vida, los únicos tiempos perfectos son los tiempos de Dios, con distancia de solo un año se me fueron mis dos grandes viejos, mi papá y Jacobo.

A Sarita, Abrahm, Jorge, Diana, a sus nietos un abrazo enorme y mi oración a Dios por nuestro queridísmo Jacobo, “ese” Dios de todos, así respetaba Jacobo… A todos.

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