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Morir de ‘amor’

Nos han roto el corazón y pegamos los trozos vez tras vez como hemos podido. Pero hay heridas que matan. Literalmente. Que te recuerdan qué poco hemos avanzado en establecer relaciones saludables de pareja. 

Más allá. Que esos corazones despedazados se traducen en cuerpos irreconocibles o inertes de mujeres afectadas por la violencia. Miedo aterrador la posibilidad de ser víctima ante los casos que, aunque no quisiéramos, están lastimando a nuestras sociedades.

Nos han roto el corazón y pegamos los trozos vez tras vez como hemos podido. Pero hay heridas que matan. Literalmente. Que te recuerdan qué poco hemos avanzado en establecer relaciones saludables de pareja. 

Más allá. Que esos corazones despedazados se traducen en cuerpos irreconocibles o inertes de mujeres afectadas por la violencia. Miedo aterrador la posibilidad de ser víctima ante los casos que, aunque no quisiéramos, están lastimando a nuestras sociedades.

Hace casi  un año, en Monterrey, una comunidad estudiantil lamentaba la muerte de una destacada estudiante en las manos de su agresor, el cual era su pareja. 

Algunos meses atrás otra chica de Puebla que estaba embarazada fue asesinada por el papá del bebé que esperaba. Y, para variar, las historias de terror no terminan. 

En esta semana en nuestra ciudad del norte se repite la historia, pero ahora con una joven menor de edad (14 años) que fue asesinada por su exnovio. 

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas hasta el 70 por ciento de las mujeres experimentamos violencia en el transcurso de nuestras vidas. 

La violencia por parte de la pareja íntima es la forma más común de violencia experimentada a nivel mundial. 

Por ejemplo, tan sólo en Australia, Canadá, Israel, Sudáfrica y los Estados Unidos, entre el 40 y 70 por ciento de las mujeres víctimas de asesinato fueron matadas por sus parejas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

Y, si todavía necesitamos más cifras escalofriantes, una adicional: en Colombia, cada seis días se reporta una mujer asesinada por su pareja actual o la anterior. 

Parece obvio tratar este tema ante la gran cantidad de asombro como de información que se están generando. 

Pero estos esfuerzos se han convertido en insuficientes cuando las autoridades no son capaces de dar respuesta suficiente para aplicar las leyes con perspectiva de género, para educarnos en las escuelas al respecto o, simplemente, para generar alarmas que permitan prevenir este delito. 

¿Algo peor que eso? Una sociedad ciega e indolente que asume que nosotras somos las culpables. 

Que nos buscamos el acoso sexual, las violaciones, la tortura, o el “corazón” hecho trozos grandes. 

Entonces, somos las responsables de no querer seguir en una relación con esa persona, porque andábamos solas en la calle o porque enseñamos las piernas o los pechos o porque pusimos los cuernos. 

Nada, absolutamente nada justifica que en este país abunde este tipo de violencia que puede llegar al feminicidio. 

Por supuesto que hay que tomar precauciones como en cualquier situación de peligro (el territorio donde vivimos se ha convertido en eso: un constante riesgo). 

Pero no se puede omitir las responsabilidades que recaen sobre autoridades, tanto las legales como las morales. 

No podemos hacerla de “buenas” ciudadanas cuando las condiciones de justicia o de prevención no son las ideales como para forjar una barrera para que estos hechos delictivos se consumen. 

En el marco del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), en donde no festejamos ser mujeres, sino la igualdad de derechos por los que hemos luchado décadas atrás, hay que hablar que el machismo que establece esas relaciones de pareja de subordinación está matando. 

Los amores que acaban con la vida de quienes se supone hoy son pieza clave para el desarrollo humano, o como enuncia también las Naciones Unidas: “un elemento central para hacer frente a los desafíos sociales, económicos y políticos del mundo”.

 ¿Muertas de “amor”? No, así no.

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